sábado, 25 de abril de 2015

EL REDIL

Yo soy el buen pastor… Tengo, además,
 otras ovejas que no son de este redil.
(Jn. 10, 11-18)


Pastor de Israel,
en tu redil soplan aires de resurrección.
Suenan fiestas de alianza.
Mujeres y hombres, niños y ancianos,
se unen en trashumancia global,
ante tu llamada.

En tu redil,
el poder es vencido por la lógica del amor.
El miedo, ante el asalto de los lobos, deja paso a la seguridad.
No hay angustias,
sólo un feliz pastoreo que conduce de las dehesas del frío
a las dehesas del calor naciente.

En tu redil no hay cargos, ni ascensos ni honores,
sino servicio a los enfermos y marginados,
a los pequeños e indefensos.
Lejos de todo conformismo borreguil.

Tú eres el pastor fiel. Y no  
un gurú empuñando condenas,
forzándonos a dimitir de nosotros mismos,
de nuestra libertad,
del oxígeno pascual extraído del madero.

Tú eres el pastor bueno que ha dado la vida
para aliviarnos del inmenso vellón
rizado de intereses personales, ocultos,
de otros pastores asalariados.

La multitud de ovejas que no son de tu redil,
y que es preciso ir a buscar,
tiene  la puerta abierta en tu abrevadero,
lejos de los corrales desolados por la explotación
de pastores mercenarios.

Tú eres el pastor leal. Tu señuelo
está en el cayado que no avasalla,
en donde se apoya nuestra humanidad

                 ¡Condúcenos, Señor,
                 a las fuentes de tu justicia!

domingo, 19 de abril de 2015

DUDAS

… ¿por qué surgen dudas en vuestro interior?
 (Lc. 24, 35-48)


De nuevo…
Tú, Señor, en medio de los tuyos,
quebrando dudas y temores.
Eres el Resucitado, no un fantasma.
Ahí están los signos de tu identidad. Son tus manos,
son tus pies y tu costado lacerados,
realidad  humana en donde Tú te identificas.

No es el poder o la dignidad de Hijo de Dios
las señas de tu identificación.
En tus llagas están.

Llagas que hemos de palpar,
necesariamente,
para comprender tu humanización de Dios.
Y pez asado que hemos de comer junto a ti,
para definitivamente erradicar toda duda.

Palpar tus llagas y comer a tu lado es creer
que tu misión no ha terminado en el martirio del madero.
Que tu resurrección no es una pascua a celebrar
anualmente,
sino una pascua radical que contagia vida eterna
y nos hace aprendices de tu resurrección.

Es difícil entenderlo, Señor,
y más difícil es hacerlo creíble en nuestro entorno 
cuando aún nos zarandean dudas y cobardías.

Pero Tú estás ahí. Seguro de nosotros,
atravesando la puerta de nuestra vida,
colándote por los entresijos de nuestros pecados.

Tú ahí, humanizado en cada uno de nosotros,
dispuesto a vencer la pobreza y el sufrimiento de las gentes.
A dar cumplimiento a la esperanza
de tanta humanidad cansada de malvivir y de luchar.  

Afiánzanos en la fe, Señor resucitado,
para que aprendamos a reconocerte 
en el corazón pascual de nuestro mundo.

domingo, 12 de abril de 2015

ALEGRÍA PASCUAL

Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
 (Jn., 20, 19-31)

Atrancadas las puertas. Miedo.
Amargo sufrimiento en tu ausencia.
Tu pequeño rebaño, Señor,
yace entre rendijas de esperanza por verte en medio
como centro de unidad,
como alegato contra la asfixia del Gólgota
 y la derrota.

El sepulcro abierto te ha hecho artífice de paz
Y aquel día primero de la semana
traspasaste los cerrojos de unas puertas
para que la luz y el ilusión palparan  
las huellas del dolor injusto.

Paladín de la alegría, de la gracia, de la libertad,
rehabilitaste la audacia y el coraje,
de tus discípulos
en el eco de tu resurrección.

Fuiste paz, eclosión de alegría.
Paradójicamente, paz,
paz en combate contra el poder,
paz en lucha contra el miedo,
paz en pugna contra el egoísmo,
paz en conflicto eterno contra toda injusticia.

Y tus discípulos pudieron respirar hondo
Adentrándose en tus llagas, junto a Tomás.
Te reconocieron en tu paz. Y se llenaron de alegría.

Ahora tu presencia resucitada es desafío
para cuantos creemos en ti,
Porque tus cicatrices  se perpetúan en los excluidos,
en los hambrientos y sedientos, 
en los parados y sin techo, en los maltratados,
en los niños explotados...
                                            ¡Señor mío y Dios mío!



domingo, 5 de abril de 2015

NO ESTÁ AQUÍ

… compraron aromas
para ir a embalsamar a Jesús.
(Mc.16, 1-8)


          
                 Mujeres de la madrugada,
                 cargadas de muerte y miedo,
                 de amargura de ausencia,
                 y de aromas…

                 No os asustéis, el alba
                 ha corrido la piedra.
                 Él ya no está aquí. Ha resucitado.
                 Lo veréis entre los hermanos,
                 en la boca del hambriento,
                 en los pies del perseguido,
                 en las rejas del encarcelado.

                 Él está en las lágrimas del huérfano,
                 en el dolor del enfermo,
                 en la patera del emigrante.

                 Lo veréis en el frío de los sin techo,
                 en la sangre inocente de las guerras,
                 en la encrucijada de todas las cruces…

                 Mujeres de la madrugada,
                 id y esparcid los aromas
                 entre los Cristos del alba.


MAGDALENA

… y vio la losa quitada del sepulcro.
(Jn. 20, 1-2. 11-18)

Soy, Señor, María la Magdalena,
feliz por tu mirada al lavar
tus pies con mis lágrimas y clavar
tu amor en mi turbada vida ajena.

Fuiste mi suerte cuando la cadena
apretaba mi alma ansiando cavar
mi tumba,  sin tiempo para lavar
el fardo pesado de mi condena.

Juventud mía tan atormentada
halló en ti, mi Señor, tanta dulzura, 
que el rudo peso de mi ánima yerta

mudó en color mi vida apasionada.
Goza mi cuerpo viendo mi ventura
colmada junto a tu tumba ya abierta.

jueves, 2 de abril de 2015

MISTERIO DE PASIÓN

En estos días teñidos de dolor y sangre, misterio y pasión, sufrimiento y lágrimas, llanto y sueño, silencio y traición, soledad y compañía,  creemos en el amor y el perdón.

Hoy, con más claridad que nunca, hemos de escuchar el gemido de una humanidad arrodillada en desahucios, drogas, amarguras, violaciones… ¡Las cruces de todos los cristos!   Celebremos el amor que nos redime… 

… y fue y se ahorcó.
(Mt. 26, 14-27.66)

            Hermano Judas,
            tasada por treinta monedas tu traición,
            fuiste vapuleado historia tras historia…

            Al verte colgado en tu propia cruz,
            siento repeluzno
            por cuantos han pisoteado tu flaqueza
            con el morbo de sus palabras,
            y sin reparar en su viga.

            Desata el nudo de tu cerviz, amigo,
            no te ahorques más,
            que has hallado gracia
            entre la milicia de ovejas descarriadas,
            publicanos, prostitutas…

            El Nazareno pagó tu vil gesta
            con su sangre inmolada.
            Bájate, pues, del árbol,
            Judas hermano.
            Y corea a los cuatro vientos,
            que el perdón del Calvario
            sigue regando nuestras eras.

            Canta, sí,
            que el amor del Crucificado
            arrolla la crueldad
            de cualquier beso traidor…