sábado, 19 de enero de 2013

EL VINO

Faltó el vino…
(Jn. 2, 1-12)


En inmenso desorden,
nuestro mundo
camina hacia una fiesta de boda sin vino,
en situación de abortar la alianza con Dios,
felicidad del hombre.

Pero todo lo que tocas Tú, Señor, lo cambias
y transformas.

Ha llegado tu hora de las nupcias de Dios con la humanidad.
Esta hora ya suena porque de tu costado herido
mana sangre y agua,
junto a la mujer de Nazaret siempre solícita
al pie de la Alianza nueva.

Llena Tú, Maestro de Galilea,
de vino de Buena Nueva
las seis tinajas vacías de mi historia,
para que mi mirada sea profunda, 
como los ojos de María,
atentos a los detalles de la fiesta universal.

Entonces,
el vino del compromiso solidario
será abundante.
Las tinajas de piedra fría
serán odres nuevos, cueros recién curtidos.

No importa que el vino llegue de tu mano
al final de la fiesta. Porque esta fiesta
ya no tendrá fin.
¡La hora de los definitivos y eternos esponsales!

Y este  mundo nuestro será ya menos cruel,
cuando saboree tu vino ricamente escanciado,
por encima de ritos y abluciones,
significando los nuevos tiempos, lavados
en las locuras de tu plenitud,
¡Señor Jesús!

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