sábado, 22 de agosto de 2020

SILENCIO FLORAL

 

De nuevo llueve sobre mojado… el virus sigue campando por sus fueros: más contagios, algunas muertes más, nuevos confinamientos… y una economía que se desinfla sin parar… ¡Brazos caídos, desesperados!  Un precio bien alto: cada humano contagiado o fallecido es una historia única que intenta buscar razones en nuestra mente, en nuestro corazón. La sinrazón de lo real… y más cuando nos toca de cerca, familiarmente hablando, las zarpas del bicho.  Pero la esperanza no claudica, único faro ante lo que parece injusto por incomprensible… Por ello, intento entender el poema “Silencio” de Octavio Paz, en el  funeral de Estado por las víctimas del coronavirus, el pasa 16 de julio:

                             Así como del fondo de la música

brota una nota
que mientras vibra crece y se adelgaza
hasta que en otra música enmudece,
brota del fondo del silencio
otro silencio, aguda torre, espada,
y sube y crece y nos suspende
y mientras sube caen
recuerdos, esperanzas,
las pequeñas mentiras y las grandes,
y queremos gritar y en la garganta
se desvanece el grito:
desembocamos al silencio
en donde los silencios enmudecen.

 ¡Hasta los silencios callan!... Silencio que no es sorpresa, porque nuestra mente es tan  limitada que no tiene respuesta para tal “tsunamis viral”, a no ser que nos agarremos al encuentro de  Jesús con la Cananea, aquella mujer pagana que logró “vencer” al Galileo (cf. Mt 15,21-28).

Nuestra sociedad permanece en la inmunodepresión… en cuanto enigma que  no es capaz de aminorar el ranking elevado de contagios o muertes.  Se habla de una carrera a escala “internacional” de búsqueda de vacunas (¡Cada proceso de investigación por su lado, lamentablemente!).  De momento, pues, el cuerpo no puede producir una respuesta inmunitaria adecuada. Y permanecemos a merced de un virus caprichoso que todavía no ha desvelado toda su metamorfosis, y sigue siendo como el estridor de grillos y cigarras…. Nos ha cogido en nuestra propia desnudez científica. Dicen que  seis proyectos se encuentran en la fase más avanzada, mientras que Rusia asegura que ya la ha desarrollado. ¡Nuestro silencio calla!

Parece que bebés se han contagiado de coronavirus en su primer mes de vida, aunque la mayoría de ellos no ha tenido ningún síntoma, según un registro puesto en marcha el pasado abril por la Sociedad Española de Neonatología. Cierto, por otro lado, que en el mundo mundial se dice hoy que EE.UU. es el país con más contagios y más fallecidos, pero el virus se sigue extendiendo con celeridad por Brasil, India, Rusia... Nuestro mismo Ministerio de Sanidad ha registrado casi dos mil casos de coronavirus en 24 horas, y un total trescientas y pico  mil infecciones confirmadas a través de pruebas PCR, lo que mantiene a España a la cabeza de Europa occidental. Y mientras tanto sigue subiendo la lista de parados y paradas: muchos miles de trabajadoras del hogar fueron despedidas en estos últimos meses… y más paro en pequeñas y medianas empresas. El silencio enmudece compitiendo con las informaciones y desinformaciones de los bufones  políticos de turno…  y sólo se rompe ante la palabra profética del Papa Francisco o de nuestro llorado Casaldáliga, el obispo de los pobres: ¡urge globalizar la solidaridad y humanizar la humanidad!

Asimismo, hemos de cuidar el aforo en nuestros "necesarios" encuentros y las medidas sanitarias. Toda la prudencia es poca por los rebrotes en cada rincón que pisamos. Como humanos, y aún más como cristianos, tenemos que ser ejemplares en el cumplimiento de las pautas de salud pública... Como pedía el cardenal Omella, hace días en una entrevista: se aparquen las diferencias políticas y se trabaje de forma conjunta y en busca del bien común para afrontar la situación de crisis sanitaria y económica. Todo un camino a seguir de cara al extraño curso que está (esperemos) a punto de comenzar.  

Y más... Medio millón de niños del área metropolitana de Beirut, antes de las explosiones, se estaban viendo obligados a luchar cada día para sobrevivir por la irrupción de la pandemia y el confinamiento. Y -¡horror!- llegó la artillería destrozando vidas… Y a todo esto, por nuestras tierras, se une el alarmante abuso de los espacios de ocio al amparo del consumismo bestial.  ¡Riesgo de botellones!

Que el silencio –nuestro silencio- sea floral para vivir  felices reivindicando un respiro ecológico para el planeta y la consumación de una esperanza militante que se haga viral. Bien a pesar del silencio, ¡el mismo silencio floral de Dios!:   Porque Dios es como el sol. Se le vea o no se le vea, que aparezca o se oculte, Él brilla (cf. Éloi Leclerc, “Sabiduría de un pobre”).


lunes, 17 de agosto de 2020

EL PROFETA DEL ARAGUAIA

 

El obispo catalán Pere Casaldàliga, defensor de los derechos de los indígenas y uno de los promotores de la Teología de la Liberación, ha fallecido el pasado sábado, 8 de agosto, a los 92 años en la localidad brasileña de Batatais -dentro del estado de Sao Paulo-, donde estaba ingresado desde hace días por una afección respiratoria grave. Su voluntad de servicio a los pobres, con los que siempre quiso trabajar y vivir,  lo ha proclamado la personalidad española más internacional que durante más de medio siglo se convirtió en el defensor de los “condenados de la tierra” y en la voz de la gente cuya voz no suele ser escuchada.

La prensa escrita y online (cf. Religión digital”)  se han hecho eco de esa “inmensa vida”  de profeta y voz de los pobres del Brasil y de todo el mundo.  El reconocimiento universal a su palabra y a sus obras, vox populi, lo sitúan ya en el santoral de la Iglesia, san Pedro Casaldáliga, pastor de Sao Félix do Araguaia…

 "La última interpelación de Pedro Casaldáliga"  (cf. Crear pensando. El blog de Michael Moore) es el profundo obituario (aquí resumido) que el cineasta  dedica a quien ha sido testigo del Evangelio, durante su vida de misionero y obispo del Mato Grosso : …Te fuiste pero no sin antes dejarnos unas últimas interpelaciones. En vida fueron tus palabras y tus gestos; en tu muerte, algunas imágenes que quedaron congeladas en cuatro fotografías (de las decenas que contemplamos en estos días): tus manos, tus pies, una canoa y una tumba perdida en medio de un cementerio (de) olvidado(s).

Tus manos, ahora más blancas, ya descansando, vestidas sólo con aquel anillo negro de no-oro, signo de tu desposorio e identificación con los olvidados de la Amazonia. Apoyadas sobre una estola colorinche. Manos trabajadoras que, siempre unidas a otras manos, lucharon por la utopía de “la tierra sin males” (y sin malos): “Creo en la internacional / de las frentes levantadas, / de la voz de igual a igual / y las manos enlazadas...”. Ante tanto latifundio blasfemo, el derecho al pedazo de tierra de tus despojados fue una de tus primeras y constantes “causas”Manos esperanzadas que construían y luego reconstruían lo que otros destruían;  manos que se sabían sostenidas por las de Otro…  Manos que se sabían interpeladas por las de quienes “morían antes de tiempo”, confiando e invitando a confiar que los verdugos no tendrían la última palabra: “Nuestros caídos mueren / con la Esperanza en flor entre las manos”. Pediste, finalmente: “Dejadme hacer acopio de ternura: / ¡tengo la vida, entera, entre las manos!”. Y, efectivamente, viviste y moriste “con la ternura al borde de las manos".

 

Tus pies, que ya si siquiera calzan aquellas ojotas gastadas. Desnudos y llagados… como los de aquel otro Crucificado. Tus pies, que parecen conservar algo del polvo de los senderos recorridos, Pedro encarnado en estas tierras, a imitación del Verbo mayor…. Caminando, analizaste y sintetizaste, poetizaste y profetizaste, anunciaste y denunciaste. Y aconsejaste: “No te avergüences nunca / de proclamar Su Nombre, / deletreado en actos. / (…) Comulga su Espíritu en la hostia. / en el silencio de los pobres / y en el grito de los muertos. / Abrázalo en toda carne humana. / y espera Su Regreso, seguro, imprevisible, / con tus pies ahincados en nuestro cada día”. Porque Lo esperaste con los pies bien anclados en la historia, abrazando a todo crucificado, le fue fácil encontrarte, en Su Regreso, al Resucitado...

Tu canoa...  Tu diminuta humanidad -¡tan humana!- sobre una pequeña barca como féretro. Bien contento estarás de tu “Canoa”, a la que loaste: “Simplicidad perfecta. / Juego de niños grandes. / Réplica fiel de pájaros y peces. / ¡El más bello vehículo que labraron los hombres! / Tallado, a pie y a hacha, / por el arte supremo de los indios. / Pura estabilidad, / sin peso y sin medida, / sólo a merced del remo, del viento y la mirada...” Allí acomodaron tu cuerpo inerme, también él ya “sin peso ni medida”, para que eche a andar sobre el Araguaia, río abajo, cielo adentro.  Ahí va dom Pedro: “Recostado en el mástil del crucero / me columpian el barco y la esperanza. / Mis sandalias enfilan, descalzas, en la proa, / no sé qué singladuras”. No te preocupes, hermano, si tú lo ignoras hay quien lo sabe, puesto que en tu canoa vas bien acompañado… por “La prostituta”: “Como un dolor pasado de paciencia, / ella es morena oscura (…) /Ella se sienta en el bordillo, ausente. / Viene, a la hora de comer, a popa; / le doy un vaso de agua; / y se vuelve, discreta. /María Magdalena, en el barco de Pedro, / se sentaba a los ojos del Señor, / y el Señor la miraba”. Ella te conduce hacia el Abrazo definitivo de aquel “En Quien soy, a Quien llamo, a Quien vamos, en Quien espero a gritos. / ¡A Quien, viviendo simplemente, amo! / ...Y el río tierra abajo, tarde adentro. / Y el barco río arriba...”

Tu tumba... Pedro descansa donde siempre soñó, a la orilla del Araguaia, entre un peón y una prostituta”. Un puñado de tierra y una cruz de palo -"¡y mais nada!"-en el cementerio de los olvidados, de tantos sin-nombre, de tantos aplastados. “No tener nada. / No llevar nada. / No poder nada. / No pedir nada…” Una tumba en tierra prestada para el profeta de São Feliz como también la tuvo el de Nazaret.Y te vas, en tu silenciosa canoa, bien acompañado por todos ellos, río arriba, cielo adentro. “La angustia y la ternura / me abrirán, como remos, / las aguas de la muerte”. Y las puertas del cielo te las abrirá, adelantándose un poco -como marca el estricto protocolo del evangelio (cf Mt 21,31)-, la prostituta, tu compañera de viaje(s). A ella, “una cruz de oro falso le cuelga sobre el pecho, / sobre las fuertes lilas del vestido”; a ti, finalmente libre y despojado, sólo te cuelga de las manos el “corazón lleno de nombres”.


 ¡Pedro Casaldáliga, abanderado de los pobres,  ruega por nosotros!

lunes, 10 de agosto de 2020

CATARSIS VIRAL

 

Y la gente se quedó en casa.

Y leyó libros y escuchó.

Y descansó y se ejercitó.

E hizo arte y jugó.

Y aprendió nuevas formas de ser.

Y se detuvo.

Y escuchó más profundamente. Alguno meditaba.

Alguno rezaba.

Alguno bailaba.

Alguno se encontró con su propia sombra.

Y la gente empezó a pensar de forma diferente.

Y la gente se curó…

La pandemia de coronavirus ha inspirado estos versos a Kitty O’Meara, maestra y asistente espiritual en hospitales de Estados Unidos. Son versos que anuncian catarsis ante el Covid-19. Purificación ante los esquemas virales.


Dese xeito poderemos trocar os medos en coidados,

a angustia en esperanza,

e o mal xenio polo confinamento obrigado nun espazo

vivo, creativo,

cargado de amor, de humor e de beleza humana ( cf. Regal en “Na soleira do Deus da vida”, Sept 2020)

La verdad es que el bicho nefasto, microscópico y mortal, ha sembrado maldades por todos los rincones del planeta, hasta llegar a las zonas “freáticas” de nuestra humanidad. No hay más que lanzar una mirada viajera por el mundo para entender la miseria que ha sembrado y sigue cosechando… Gentes -¡millones!- que se sienten hoy a la intemperie, confundidos y  desamparados en medio de la crisis viral. Ha crecido una millonada laboral en paro, como millonada es la irreversible mortandad humana a causa del tal “tsunamis-19”… El coronavirus nos ha situado en el límite de una anarquía pandémica, como si de un aquelarre se tratara, pero -¡a Dios gracias!-  nos empuja a salir de su  guarida…  porque,  si bien es cierto que nos aprieta  por todos lados,  no por ello nos aplasta (cf. 2Cor. 4, 8). Este brujo pandémico, sin pretenderlo,  nos ha concedido un  tiempo para la creatividad:  repensar nuestras vidas,  descubrir los valores más importantes, como salud, relación social, reencuentros  familiares, experiencias de imaginación con los niños, fomento de la solidaridad, participación de bienes, empatías a espuertas… siempre la mayoría de los ciudadanos “cuidando las formas”, obediente a la normativa sanitaria…

El coronavirus hay tiempo ya que nos puso de rodillas para obligarnos a lamer el lodo de nuestra propia vulnerabilidad. Y seguirá por un tiempo, según las predicciones de nuestros científicos, colapsando nuestra salud. Pero el final está en el triunfo de la esperanza firme que leemos  en el Evangelio, como Palabra humanizada y comprometida de Dios. Ciertamente,  no puede ser de otra manera, siguiendo la práctica purificadora de su propio mensaje. Es tiempo  de catarsis, concepto aristotélico, pero no menos cristiano, que nos va redimiendo de esa tragedia que han dado en llamar Covid-19.

Dios se nos manifiesta, rompiendo esquemas, sea  en el silencio neotestamentario de un susurro  que oye Elías (cf. I Re.19, 9-13)  sea también en las tempestades de la vida (cf. Mt. 14, 22-33).  Él siempre cercano a los sufrimientos y  los gozos de la gente (cf. Mc. 5, 21-43; 7, 24-37;  Jn. 2,  1-11; Jn, 11, 33-44;). ¡Infinita originalidad!

Por ello, hoy, Jesús caminando sobre las turbulentas aguas del virus,  no pretende transmitirnos seguridades con falsas esperanzas. Nos exige respuesta, como a Pedro: Ven (Mt. 14, 29). Somos positivos  y,  con la santa de Ávila, decimos: Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía”…

 


lunes, 3 de agosto de 2020

SABER ESTAR EN EL MUNDO

 

Anthony de Mello, cuenta en su libro, “El Canto del Pájaro”: Por la calle vi a una niña aterrida y tiritanto de frío dentro de su ligero vestidito y con pocas perspectivas de conseguir una comida decente. Me encolericé y le dije a Dios: ¿Por  qué permites estas cosas? ¿Por qué no haces nada para solucionarlo? Durante un rato, Dios guardó silencio. Pero aquella noche, de improviso, me respondió: “Ciertamente que he hecho algo. Te he hecho a ti” (cf. “El zorro mutilado”).

Reflexionando sobre la pequeña fábula, creo que mucha gente -¡a Dios gracia!- no ha olvidado el camino, ante tanta interpelación continua del Covid-19. Así se explica la entrega a la causa de los infectados por parte de sanitarios y demás profesionales, capellanes y voluntarios en general, aún exponiendo hasta el extremo sus vidas…         

Hay motivos para seguir preocupados, ciertamente. Línea de flotación del coronavirus sigue acercándose a límites insospechados. Una nueva ola arrecia. Cuando todo parecía que la herida iba cerrándose… no sólo perdura la cicatriz, sino la propia herida se ha engrandecido, aunque disimulando la gravedad del inicio.

Junto a los rigores caniculares de agosto, donde se deja sentir el periodo más caluroso del año,  el desgarro viral presente no es fingido. Ojalá aprendamos algo de lo que estamos viviendo y seamos capaces de deshacernos de las intrigas del consumismo feroz y el desenfreno en la carrera de la contaminación, y nos hagamos conscientes  de crear espacios humanos donde vivir felices “con lo que tenemos”, sin hambrear más, y necrosando todo tipo de egoísmos, hasta dar respiro a nuestra sociedad y a nuestro propio planeta, cansadas ambas de tanta “suciedad”.

A pesar de todo… Como las aves que dibujan decenas de líneas curvas para llegar a su destino,  así Dios, como sabemos por Jesús de Nazaret, sigue fiel a nosotros en sus aparentes líneas torcidas. Él es compasivo y misericordioso en toda situación humana (cf. Sal. 103, 8-13; Lc. 1, 50),  y en su compasión goza con las gentes, atento a sus necesidades (cf. Mt. 14, 13-21). En tiempo de coronavirus estar al servicio de la vida y de la comunión con los hermanos, es la fórmula de empatizar a bocajarro con el espíritu del Evangelio.

Hemos perdido mucho con el Covid, pero también mucho hemos ganado: la gran riqueza de la relación humana, constructora de reencuentros. Cuando la vida enfila el declive, el ser humano busca asideros de esperanza, se decía en un mensaje por WhatsApp. Y, entre las frases apodícticas del maestro Aristóteles, encuentro aquella que dice "la esperanza es el sueño del  hombre despierto"… Es que, de verdad, la esperanza es, ante todo, la virtud innegable de saber estar en el mundo.