lunes, 10 de agosto de 2020

CATARSIS VIRAL

 

Y la gente se quedó en casa.

Y leyó libros y escuchó.

Y descansó y se ejercitó.

E hizo arte y jugó.

Y aprendió nuevas formas de ser.

Y se detuvo.

Y escuchó más profundamente. Alguno meditaba.

Alguno rezaba.

Alguno bailaba.

Alguno se encontró con su propia sombra.

Y la gente empezó a pensar de forma diferente.

Y la gente se curó…

La pandemia de coronavirus ha inspirado estos versos a Kitty O’Meara, maestra y asistente espiritual en hospitales de Estados Unidos. Son versos que anuncian catarsis ante el Covid-19. Purificación ante los esquemas virales.


Dese xeito poderemos trocar os medos en coidados,

a angustia en esperanza,

e o mal xenio polo confinamento obrigado nun espazo

vivo, creativo,

cargado de amor, de humor e de beleza humana ( cf. Regal en “Na soleira do Deus da vida”, Sept 2020)

La verdad es que el bicho nefasto, microscópico y mortal, ha sembrado maldades por todos los rincones del planeta, hasta llegar a las zonas “freáticas” de nuestra humanidad. No hay más que lanzar una mirada viajera por el mundo para entender la miseria que ha sembrado y sigue cosechando… Gentes -¡millones!- que se sienten hoy a la intemperie, confundidos y  desamparados en medio de la crisis viral. Ha crecido una millonada laboral en paro, como millonada es la irreversible mortandad humana a causa del tal “tsunamis-19”… El coronavirus nos ha situado en el límite de una anarquía pandémica, como si de un aquelarre se tratara, pero -¡a Dios gracias!-  nos empuja a salir de su  guarida…  porque,  si bien es cierto que nos aprieta  por todos lados,  no por ello nos aplasta (cf. 2Cor. 4, 8). Este brujo pandémico, sin pretenderlo,  nos ha concedido un  tiempo para la creatividad:  repensar nuestras vidas,  descubrir los valores más importantes, como salud, relación social, reencuentros  familiares, experiencias de imaginación con los niños, fomento de la solidaridad, participación de bienes, empatías a espuertas… siempre la mayoría de los ciudadanos “cuidando las formas”, obediente a la normativa sanitaria…

El coronavirus hay tiempo ya que nos puso de rodillas para obligarnos a lamer el lodo de nuestra propia vulnerabilidad. Y seguirá por un tiempo, según las predicciones de nuestros científicos, colapsando nuestra salud. Pero el final está en el triunfo de la esperanza firme que leemos  en el Evangelio, como Palabra humanizada y comprometida de Dios. Ciertamente,  no puede ser de otra manera, siguiendo la práctica purificadora de su propio mensaje. Es tiempo  de catarsis, concepto aristotélico, pero no menos cristiano, que nos va redimiendo de esa tragedia que han dado en llamar Covid-19.

Dios se nos manifiesta, rompiendo esquemas, sea  en el silencio neotestamentario de un susurro  que oye Elías (cf. I Re.19, 9-13)  sea también en las tempestades de la vida (cf. Mt. 14, 22-33).  Él siempre cercano a los sufrimientos y  los gozos de la gente (cf. Mc. 5, 21-43; 7, 24-37;  Jn. 2,  1-11; Jn, 11, 33-44;). ¡Infinita originalidad!

Por ello, hoy, Jesús caminando sobre las turbulentas aguas del virus,  no pretende transmitirnos seguridades con falsas esperanzas. Nos exige respuesta, como a Pedro: Ven (Mt. 14, 29). Somos positivos  y,  con la santa de Ávila, decimos: Tristeza y melancolía no las quiero en casa mía”…

 


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