El papa
Francisco, como en el siglo XIl Francisco de Asís, desafiando los vientos en
contra, se ha metido en todos los baches que ha ido encontrando en su andadura
apostólica, por tal de allanar los caminos del evangelio y superar así todos los
miedos que atenazan a los mismos hombres de Iglesia. Donde hay lágrimas y sufrimientos allí está
con él la Iglesia. Donde se oyen ayes de rostros indígenas, allí con él está la
Iglesia.
En medio
del dolor humano que ha ido leyendo en tierras chilenas y peruanas, Francisco
ha amplificado su corazón impartiendo bendiciones y sonrisas, y comprometiéndose
con la cultura amazónica, tan vapuleada por intereses multinacionales.
El Papa
se ha mostrado en todo momento profeta, denunciando el pecado social, desde la trata de personas a las muchas crueldades e injusticias
que continúan sufriendo los más pobres.
Se ha hecho eco del grito de la tierra que pide, como con dolores de
parto, proteger la naturaleza para vivir
en armonía.
El papa
Francisco, una vez más, ha sabido encarnar a Cristo en medio del pueblo
sufriente, haciendo Iglesia auténtica. ¡Todo un profeta para nuestro tiempo!
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