viernes, 22 de mayo de 2020

REBELDE CON CAUSA


Murió el pasado 16 de mayo, pero el eco Anguita continúa sonando. Y perdurará… como milagroso ejemplar de político honesto. Por ello, yo me sumo a cuanto se ha escrito sobre Julio Anguita. Se han oído muchas voces, también se ha leído mucha tinta… La mayoría de rotativos, de televisiones, de redes sociales ha proclamado juiciosos obituarios. 
No tuve ocasión de conocerlo personalmente, y sí a través de sus escritos y, sobre todo, de sus diversos parlamentos y entrevistas plenos de seriedad sociopolítica.  Por ello, ante él, memorial de solidez ideológica, me descubro, aún cuando no haya comulgado siempre con el conjunto de sus ideas. Disentí de algunos de sus postulados comunistas, pero admiré su pragmatismo, más allá de la pura teoría.
Su preocupación por España rozaba siempre lo correctamente ético. Su ideario era clarividente desde la enseñanza a la política, desde la política a su vuelta a la enseñanza, incluida su renuncia a la remuneración que como político le correspondía. Su luz ha brillado por encima de las mezquindades de sus correligionarios, hoy tan chapuceros.  
Respetuoso en la manifestación de sus “pasiones”, lejos de todo fanatismo, mantenía una visión coherente de la revolución socioeconómica y política que defendía desde sus principios comunistas. En  la función pública ejerció de demócrata sobrio, casi místico. Solidario en causas ajenas y lejos de frivolidades y conformismos, fue “profeta” cristiano, musulmán y judío, a la vez, por vinculación a la idiosincrasia cordobesa. Tenía “clase”… ¡eso que le falta a la mayoría de nuestros políticos!
La ciudadanía, y más sus adversarios, lo cubrieron ocasionalmente de reproches en la contienda política, hasta el punto de no llegar a triunfar electoralmente, como se merecía. Claro que es el precio que se ha de pagar en la lid democrática. Gente buena se ha quedado también en el camino: Tierno Galván fundador del PSP, Joaquín Ruiz-Jiménez, fundador de Izquierda Democrática  de corte demócrata-cristiano, entre otros… En cualquier caso, nadie pudo tachar al “Califa rojo” de incoherente, necio, contradictorio, torpe. Sus palabras cultas, comedidas, sin animadversión, siempre dejaban huellas… al menos en este inquieto y limitado observador de los valores humanos del que fuera dirigente de IU.
Julio Anguita, digno en su rebeldía con causa, hoy yace vivo en el unánime  reconocimiento de la ciudadanía  y no menos en el respeto de la clase política, en general. Como maestro y político vocacionado, supo, finalmente, estar a la altura ascética de la bohonomía integral. Lo demostró en la ocasión más dolorosa de su vida, cuando, momentos antes de dar una conferencia en Madrid,  recibió la noticia de la muerte de su hijo periodista que cubría la guerra de Irak.  En referencia a su hijo manifestó muy emocionado: “Ha cumplido con su deber y yo por tanto voy a dirigirles la palabra para cumplir con el mío... Malditas sean las guerras y los canallas que las hacen”.

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