sábado, 20 de febrero de 2021

EL PLAZO

 Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios… 
(Mc. 1, 12-15)
 Inauguramos un tiempo, la Cuaresma, que nos descubrirá, semana tras semana, que la fe no es algo estático. Es un camino para  espolear ese  cristianismo acomodaticio y sentimental en que se ha apalancado nuestra vida. Llega  la hora de la conciencia, el plazo se ha cumplido, y el resultado  no puede ser reducir la religión a un puro asunto del corazón. Es un hecho que  la indiferencia religiosa  ha encontrado hueco en nuestra sociedad  tal vez por la eclosión de  una religiosidad individualista y cortoplacista que hemos alimentado. Es hora, pues,  de despertar y medir en retos evangélicos nuestra vida. No echemos en saco roto la gracia de Dios…(2Cor, 6,1) 
El plazo se ha cumplido. Llega el Reino
con mensaje de conversión. 

La novedad del carpintero de Nazaret 
inaugura el tiempo, ¡cuarenta días!,
de romper todas las barreras que impiden
la cercanía de Dios:
¡tiempo para recargar el corazón de ilusión y alegría!

Es la novedad de un mensaje que llama
a reparar nuestra oración…
Es tiempo de desterrar todos los ruidos interiores
que no nos dejan escuchar el silencio fecundo.
Es momento de huir de la rutina que nos hace saco roto,
donde sólo hay vaciedad.

Es la novedad galilea
que espolea el sentido de nuestros rezos.
Tiempo de derribar fachadas.
De entrar en los desiertos y caminar,
caminar tras la huella de Dios, como hambrientos.

Es el mensaje nuevo de conversión
que fustiga el disfraz de nuestros ayunos y limosnas.
Es tiempo de cambiar de mentalidad. Compartir
sin permitirnos el lujo de que una mano se entere
de lo que hace la otra.
Y zarandear nuestra vida cómoda
y entrar
en el sufrimiento humano, sin reservas.

                             * * *
Señor, Tú que conociste el empujón del Espíritu,
empújanos fuertemente
para saber zambullirnos sin falsedad
en la gran oferta del buen Dios:
Un tiempo de gracia,
para romper los moldes de la tierra nuestra insaciable.
Un tiempo de gozo
para convertirnos en ríos que inunden los campos sedientos
hasta desembocar en tu plazo pascual. 
¡Amén, sí, amén!

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