Jenaro, amigo, el cruel alzheimer te ha ido robando lentamente
la vida. Entre el arreón de noticias inquietantes del panorama nacional, nos llega
la noticia de tu desenlace final, tu abrazo con el buen Dios.
Más que en un
obituario, quiero recordarte vivo, cercano, tal cual has sido siempre… Durante
nuestra formación en el teologado de la OCSHA, hemos vivido un tiempo feliz,
unidos a Suárez y Saá. Recordarás la catequesis que impartíamos en Carabanchel,
donde te distinguiste por tu gran labor con niños gitanos. Asimismo, durante un
tiempo, me acompañaste en la pastoral jocista
en el Centro de Toledo, acompañando a
aquel grupo de jóvenes entusiastas iniciados en la “revisión de vida” de
Albert Maréchal. ¿Recuerdas a Reme, Rafa, Maricarmen, Feli, Julián, Angelines…?
También, en la pastoral sanitaria en
Oncología donde sufriste el dolor de pacientes terminales que de un jueves a
otro (día de nuestras visitas), “ya no estaban”, el abuelo Pedro, la joven María...
¡Gozabas de gran capacidad empática!
Sufriste mucho tras el
abandono del Ministerio y tu opción por el matrimonio. A la incompatibilidad sentimental pronto se
unieron las lágrimas de tu divorcio. Lo viví muy pegado a ti. Pero estabas bien
asido a tu fe y a tu proyecto laboral.
Así pasó cierto tiempo en que tu tristeza se convirtió en el gozo de una buena
compañera, nuestra gran María Jesús. Con gran cariño, aun atesoro en el
recuerdo sus "delicias culinarias" a mis pasos por Cuatro Caminos…
Un hito importante en tu vida intelectual fue tu paso universitario por Lovaina, donde
te armaste en profundidad de esencia
sociológica, que pusiste en práctica en nuestra diócesis, a instancia de
nuestro obispo, involucrándote en proyectos de Cáritas Interdiocesana. La
“periferia” de nuestro añorado Papa Francisco, ya entonces calaba hondo en tu
corazón.
Portabas en tus venas gran aforo intelectual, como demostraste en todos tus
escritos, siempre fundamentados en la
investigación sociológica. Así, poseías la agilidad del buen escritor, destilando tal información que hacía más agradable tu lectura. Conservo algunos de tus
interesantes escritos. Parafraseando a Teilhard de Chardin,
diría que eras “un ser espiritual
viviendo la aventura humana”. Y es que siempre fuiste un gran hombre. Tu vida llegaba a pivotar sobre dos ejes fundamentales: tu fe
cristiana y tu “galleguidad chairega”.
Cuando pusiste en marcha tu empresa de gestión inmobiliaria,
te rodeó el éxito, no solo en razón de tus emolumentos salariales, sino, sobre
todo, por tu profesionalidad y gestos fraternales, sin dejar que tu mano
derecha supiera lo que hacía tu izquierda…
Supe de tus muchas colaboraciones como prolijo escritor: siempre tenías la sensibilidad de pasarme tus artículos, ¡muchos de ellos aún conservo!, para someterlos a mi modesto criterio. Gracias, Jenaro, por haberme tenido por confidente en tantas ocasiones…
Supe de tus muchas colaboraciones como prolijo escritor: siempre tenías la sensibilidad de pasarme tus artículos, ¡muchos de ellos aún conservo!, para someterlos a mi modesto criterio. Gracias, Jenaro, por haberme tenido por confidente en tantas ocasiones…
Por citar
algunos… En “El futuro de la religión y la religión del futuro” hacías un jugoso recorrido por la obra del sociólogo y profesor Ulrich Beck, para
despertar la imaginación sociológica sobre
las instituciones y movimientos
religiosos. Un magnífico trabajo de campo
fue “Prostitución y política en
España” y, otro también, sobre “Ética y Política”, basado en un ensayo de José María Setién.
Solidez… Mis respuestas eran siempre: ¡Bravo, Jenaro!
Yo me veía un “lego” en medio de tu
honda cultura afincada a tu tierra natal,
de la que nunca te desvinculaste, ni
siquiera en aquel tiempo en que ofreciste tu servicio a las “huestes
militares”. ¡Quién no recuerda tu labor pastoral como capellán del Ejército?
Gracias,
Jenaro, porque has sabido manejar a la perfección el buril de tu gran humanidad… Desde allá
donde estás junto al Padre, seguirás siendo un “number one” ¡Palabras que son un brindis a tu solvencia humana, intelectual, a
tu mesura que se infiltró dulcemente en nuestras vidas… Brindo, pues, por tu paz en esa orilla del
infinito que alimenta también mi esperanza en el más allá.
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