…mientras oraba, el aspecto de su
rostro cambió.
(Lc. 9, 28-36)
Maestro,
subir a lo alto de la
montaña para orar,
invitado por Ti,
es iniciarse en el destino
de nuestra humanidad.
Sumergirse, junto a Moisés
y Elías,
en el diálogo sobre tu
muerte
en Jerusalén,
es intuir tu misma piel de
Dios.
Construir tres tiendas,
deslumbrado como Pedro por
tu teofanía fantástica,
es no entender el sentido
de tu transfiguración.
Tomar conciencia del
fracaso aparente de tu misión
es anidar en la concepción
más humana de la vida.
Silenciar el resquicio de tu
inmensa gloria
que has manifestado en el
Tabor,
es conectar con la
auténtica morada de Dios.
…
El Tabor es alianza con la
muerte, antesala
de la resurrección
esperada.
El Tabor es la transfiguración del dolor de la historia
con lo absurdo de tanta injusticia
derramada.
El Tabor es la luz inapagable,
calor de un amor inextinguible,
silencio educador.
En el Tabor está nuestra
batalla y nuestro refugio.
Está la lanzadera luminosa
de los testigos de tu Palabra.
Está la Eucaristía del corazón que desciende a la vida.
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