sábado, 23 de febrero de 2013

MIENTRAS ORABA


…mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.
(Lc. 9, 28-36)




Maestro,
subir a lo alto de la montaña para orar,
invitado por Ti,
es iniciarse en el destino de nuestra humanidad. 

Sumergirse, junto a Moisés y Elías,
en el diálogo sobre tu muerte
en Jerusalén,
es intuir tu misma piel de Dios.

Construir  tres tiendas,
deslumbrado como Pedro por tu teofanía fantástica,
es no entender el sentido de tu transfiguración. 

Tomar conciencia del fracaso aparente de tu misión
es anidar en la concepción más humana de la vida.

Silenciar el resquicio de tu inmensa gloria
que has manifestado en el Tabor,
es conectar con la auténtica  morada de Dios.

El Tabor es alianza con la muerte, antesala
de la resurrección esperada.
El Tabor es  la transfiguración del dolor de la historia
con lo absurdo de tanta injusticia derramada.
El Tabor es la luz inapagable,  calor de un amor inextinguible,
silencio educador. 
 
En el Tabor está nuestra batalla y nuestro refugio.
Está la lanzadera luminosa de los testigos de tu Palabra.
Está  la Eucaristía del corazón que desciende a la vida.

 

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