sábado, 27 de octubre de 2018

EL SALTO


Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
(Mc. 10, 46-52)


Hijo de Timeo, ciego y mendigo
en la cuneta de Jericó,
tras abandonar el manto,
tu salto se encontró con la Luz,
y la seguiste en el nuevo camino.

Tu fe
perseverante, vencedora de la ceguera,
encontró la dignidad
que la creencia ortodoxa te había arrebatado.

Las tinieblas saltaron con tu manto
y el esplendor nazareno
colmó tus ansias de felicidad.

¿Qué nos pasa a los cristianos de hoy,
caminantes sin gracia
en medio de ritos vacíos?

Ante los gruñones de nuestros Jericós,
la fe calla,
enmudece la esperanza,
se aguachina el amor...

Mientras tú, Bartimeo, cegado
y harapiento,
defiendes tu grito incansable al borde del camino,
a tiempo y a contratiempo.

¡Suerte la tuya!
Tu salto, tras soltar el manto,
se encontró con la Luz ansiada.

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