domingo, 17 de noviembre de 2019

LA SUPREMA LEY


Estimado Director, permítame dirigirme, a través de esta carta, a José Carlos Ortega Ocaña, mi alcalde en Huétor Santillán. Y es que Huétor Santillán “is different”, por emplear el famoso el eslogan sobre España de hace algún tiempo... En efecto, un pueblo diferente. Los alcaldes, en especial los últimos regidores, han sabido dejar buena huella en sus mandatos anteriores. Todos desearon unirse por un pueblo mejor, por encima de la disciplina partidista. Todos, con sus aciertos y errores.  Así se explica la digna lucha por las alternancias políticas en tiempos electorales. Y es que ser presidente de este municipio implica mucho honor.
Y tú, José Carlos, desde que las urnas han dicho cambio, bien pasados los cien días, eres el punto estrella por tu juventud, tus deseos inalterables de hacer realidad tus sueños de servir al pueblo, como otrora han hecho tu abuelo Acacio y tu padre Enrique, de feliz memoria.
Porque si el arte de la política consiste esencialmente en ser un maestro del oportunismo”,  según escribió Michael Ignatieff, bien es cierto que  te veo felizmente oportuno, tratando de llevar a cabo punto por punto tu programa electoral. Con casi medio año de gobernabilidad vas marcando con enorme solvencia los hitos de tus compromisos con un equipo humano muy unido. No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante. Eso dice de tu labor al frente del municipio.
Me tomo la licencia, como viejo hueteño de adopción, de darte algunos consejos, porque eres un joven de buena cabeza y gran corazón. Y muy soñador.  Has demostrado ser un gran soñador, pero con los pies bien en tierra. Y eso te engrandece.
Que tu gestión sea siempre transparente al frente del municipio. Que no decaiga tu entrega al pueblo, por encima de las comparaciones partidistas y de las ínfulas  que producen los “egos”. No seas un “político” de los que pululan por las aceras de nuestra  sufrida democracia, sino un servidor “concejal” (por etimología, conciliador) que sabe escuchar, antes de hablar o mandar. Como buen demócrata, no quieras el silencio de la oposición. Ni te arrimes al poder que corrompe.
Ánimo, José Carlos. Muy pronto vas a cumplir medio año al servicio de las cuatro banderas emblemáticas de nuestro Consistorio. Felicidades, porque el bien del pueblo sigue siendo tu suprema ley.

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