domingo, 19 de julio de 2020

CODO CON CODO




1) Pisamos sobre nuestra propia historia donde cohabitan constantemente el bien y el mal, -el trigo y la cizaña (Mt. 13, 24-30). Pecar de impaciencia es querer superar esa lucha en la prisa, en la urgencia, antes de finalizar nuevas historias…
La cantidad de infectados por el Covib-19 y de muertes camina por derroteros abrumadores y en nuestro país se imponen nuevos confinamientos… La pandemia sigue rompiendo esquemas. El virus no duerme, brotes y rebrotes nos asfixian de nuevo.
La parábola del evangelio es una llamada a la sereni­dad, a pesar de contagios y confinamientos,  ¡la cizaña!  Urge  mirar la vida -¡la siembra!- hasta el fondo e intuir la acción callada de Dios. “No se ve bien si no es con los ojos del corazón”, que escribía Antoine de  Saint-Exupéry, en “El principito”. O según san Pablo: “No ponemos nuestros ojos en las cosas visibles, sino en las invisibles; pues las visibles son temporales, las invisibles son eternas” (2 Cor. 4,18). Y es también lo que nos propone el papa Francisco, cuando nos invita a hacer un buen discernimiento, a mirar las cosas desde el corazón y a ponerlas bajo la mirada de Dios… El corazón, en el lenguaje bíblico, indica la sede, como la realidad más profunda de la persona. “Guarda tu corazón con toda cautela, porque en él brotan manantiales de vida” (Prov. 4, 23). Serenidad, pues, y paciencia, y entereza, y ecuanimidad… porque “el corazón tiene sus razones, que la razón  ignora”,  decía Blaise Pascal.

2) La vida está sometida a ley de polaridades: desorden y cao, por un lado y, por otro, orden y vida. La cizaña y el trigo son semillas antagónicas. La cizaña daña al trigo y el trigo no ahoga, fácilmente, a la cizaña… Convivimos con la cizaña de hoy,  la pandemia,  y aunque crece a nuestro lado,  dándonos jaque con sus efectos traumáticos evidentes, nuestro sueño es esa “semilla” que nos devolverá a la vida, empatizando con nuestro siembra… ¡Una visión nueva de la realidad aún es posible!
En cualquier caso, la desesperanza que pueda aturdirnos en ese combate cizaña-trigo, no ha de cegarnos para mirar al futuro… Nuestro rey Felipe VI, ha dado una muestra más de temple y personalidad para afrontar el homenaje a los familiares de las víctimas de Covid-19. Martín Lutero King, en agosto de 1963,  pronunció aquel famoso discurso “I have a dream” (“Yo tengo un sueño”, en favor del empoderamiento negro), gracias al cual se extendería por todo el país la conciencia pública sobre el movimiento de los derechos civiles. Nuestro temple y nuestro sueño, a pesar del ruido que genera la “verbodemia” ante los micrófonos que tanto nos viene oprimiendo,  es un desafío para un "durante y un final" de la pandemia: los hombres, las mujeres y los niños que en sus vidas no han conocido más que  el sufrimiento… ¡las víctimas de la mayor pobreza que vendrán tras el virus! Mantengámonos firmes, dispuestos “codo con codo” a innovar nuestros corazones, creando hábitos de solidaridad. Y con la conciencia de nuestra fragilidad, confiar en que nuestro “trigo” sea almacenado en el Granero (Mt. 13, 30).

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