Teresa,
diminuta hermana universal,
soberana para alivio de las noches,
mítica sobre el polvo del camino,
virtuosa, beatífica…
y prendió fuego.
Teresa,
madre de todos los desvalidos,
luz en todas las sombras,
sonrisa en sus manos nervadas,
pregón molido de buena nueva…
y prendió fuego.
Teresa,
alma políglota en lágrimas ajenas,
dulzura en tristezas moribundas,
rocío y brisa
en el yermo de todos los días…
y prendió fuego.
Teresa,
fortuna de indigentes,
comunión en el dolor de sus flores,
heroína desde sus propias arrugas
desenclaustradas…
y prendió fuego.
Teresa,
corazón de ángel y azahar
en las periferias,
sari
blanco y azul encorvado,
ternuramente compartido…
y prendió fuego.
Teresa,
ceremonial de amor,
primavera adulta,
hechura nazarena...
y prendió fuego
en Calcuta.
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