Si
alguno se viene conmigo…
(Lc. 14, 25-33)
Si
duras son tus palabras, Señor,
más
que gratificante
es
mirarte como promesa de vida,
¡Tú
vas, Señor, marcando mis pasos!
Te
desprendiste del Padre
y
vestiste la túnica de la pobreza
y
la cruz,
como
aventura radical de amor.
Desde entonces,
pasado, presente, futuro,
muerte y desesperación,
lucha
y fatiga,
gritan
radicalmente a la vida.
El mundo,
esclavo del consumismo feroz,
domesticado en su ambición,
grita a la raíz de la vida.
Las gentes, también,
atrapadas en el poder y en el dinero,
atadas a las mil hipotecas del alma,
gritan radicalmente a la vida,
¡con dolores de parto!...
Yo he tomado ya tu
cruz,
¿desde mis miedos,
puedo seguirte, Señor?
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