sábado, 3 de diciembre de 2016

DESIERTO

Una voz grita en el desierto...
(Mt..3, 1 -12)


Señor,  hazme escuchar la voz
que grita en el desierto…
 Ayúdame a ser yo mismo desierto de mi vida.

Porque
el desierto es silencio,
es paz interior, manantial
de solidaridad, oasis
donde florece el amor,
donde la Palabra definitiva
se encarna sin temor,
donde  los cactus del fanatismo y el orgullo,
del odio y el racismo,
del egoísmo y la indiferencia,
de la guerra y el terrorismo…
no tienen vivencia.

Porque
el desierto es el portavoz de la esperanza,
brisa del Señor
que amaina los revoltosos vientos.
Y,  en la debilidad humana,
es llamada amorosa
a enderezar las sendas.

Porque en el desierto,
en mi desierto,
mi alma se esponja con la gozosa
promesa:

           ¡Dios llega!

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