jueves, 11 de diciembre de 2025

LA MUERTE, PARTE DE LA VIDA

 

    

La muerte crea una brecha traumática en nuestra vida,  y más cuando se presenta inesperadamente. Hace unos días, el accidente mortal  sufrido por  Javi y Ventura, entrañables jóvenes hueteños, ha producido enorme conmoción en nuestro pueblo.  La cercanía de  sus  trágicos fallecimientos  actuó como una revelación del destino. Un destino que nos ha jugado su trampa, como si el hombre necesariamente  estuviera sometido a  una absurda existencia en brazos de la muerte. Bien es cierto que, siguiendo a Rilke, “estamos continuamente imbricados en la polaridad del morir y el nacer”. Pero la presencia de la muerte no tiene carta de residencia sobre la evidencia  anhelante de la vida. Si nos acercamos al libro sagrado de los Salmos, escuchamos al salmista decir “No me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción”… Y es que la fe impone la convicción de una VIDA tras la muerte. Dios no creó la muerte. Tras el imperio del mal, Jesús de Nazaret venció la muerte con su resurrección. Nuestra visión de la muerte, pues,  constituye el criterio de nuestra esperanza, una barrera “franqueable” que afecta a lo más intimo de nuestro ser. ¡La sed  de Vivir!

Sin embargo, la muerte repentina,  tras el accidente mortal del pasado domingo,  ha abierto una puerta a la desesperación. Como mínimo, ha sido un derecho a llorar desconsoladamente.  Una legión de jóvenes anclados en el dolor, junto al recorrido fúnebre, ha manifestado,  a corazón abierto, su turbada impotencia,  sin concesiones a la superficialidad.  Es la cara terrible de la realidad humana vista desde  la perplejidad siniestra, mas, sin duda también,  desde  la solidaridad empática… y, cómo no,  desde la oración confiada. La inmensa multitud en torno a la Eucaristía del domingo  no arrió la bandera de nuestra creencia trascendente. Las cálidas palabras de nuestro párroco en la celebración  funeraria, testimoniaron la fe que  desafía al mundo.  Los cristianos tenemos razones más que suficientes para entender  que la muerte  “no es el final del camino, que aunque morimos no somos carne de un ciego destino”,  como cantamos en nuestras liturgias.  El Evangelio es la fuerza contra toda fatalidad luctuosa. Dios no  permanece confinado detrás del accidente mortal y del sufrimiento humano que conlleva. La muerte solo es parte de la vida.

Ventura y Javi, dos jóvenes alegres, generosos, deportistas, han sido dos  luces brillantes que se apagaron  demasiado pronto.  Pero nos han dejado el gran legado de su juventud  en el cariño filial y en la amistad  compartida.  El vacío inmenso que dejan en sus padres, hermanos y amigos, tributan consuelo y esperanza. Así  lo hemos leído en ese  aluvión ejemplar de empatía bañada en lágrimas, durante la procesión funeraria. Como las lágrimas de Jesús de Nazareth ante la muerte de su amigo Lázaro de Betania, que narra el evangelista san Juan. Su vida nos ha mostrado que Dios no está confinado en “su cielo”, como eclipsado ante los acontecimientos  del dolor humano. El silencio de Dios se rompe en Él, en Jesús de Nazareth, cuando  el acto de su cruz no tuvo final con la muerte… Así, la vida de nuestros amigos, truncada por un accidente mortal, es  un acto de fidelidad  póstuma a la grandeza de la juventud amiga... Es de subrayar también el gesto noble de nuestras autoridades municipales, suprimiendo los actos festivos  programados por el Ayuntamiento para estas Navidades.

La  resurrección de Jesús es la gran Novedad: “el que cree en mi, dijo, aunque haya muerto vivirá”, según el evangelio del apóstol Juan.  La esperanza, cierto, no es nuestro exilio,  aunque nos golpee la muerte en su más trágica expresión. Como cristianos no esquivamos esa “certeza”, confiando en las palabras del apóstol Pablo en su primera carta a los corintios: “el último enemigo que será destruido es la muerte”.

Mary Lourdes y Salvador,  Encarni y Norberto  y demás familia, ¡mucho ánimo a pesar de vuestros corazones rotos, destrozados!  No hay palabras con qué expresar el dolor que nos une a todos… Desde la fe, sin embargo, confesamos  la ilusión y la esperanza de reencontrarnos todos con vuestros “niños del alma”, cuando llegue nuestra hora, porque la muerte tan sólo es parte de la vida…

Hasta pronto, Ventura y Javi.


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