domingo, 1 de junio de 2025

NUESTRA DIVA LÍRICA

 

Sandra Pastrana ha sido galardonada con el Premio Internazionale  Sant’Agata  de lReal Academia Papa Benedetto XV, Sodalizio di Collazione Privata delle LL. AA. RR. de los Principes Talluto, en su edición 2025, el pasado 10 de mayo, reconociendo los méritos de su carrera internacional. A ello se une  el título de Senatore Accademico que, además,  la convierte en directora de la programación musical, lírica y sinfónica, ofrecida por la Real Accademia. Un galardón  que reconoce a figuras de diversas disciplinas, que destacan en “la promoción del diálogo pacífico, la labor humanitaria y la filantropía”, según reza la presentación  del Premio Internazionale Sant’Agata. La ceremonia tuvo lugar en el Istituto Santissimo Maria Bambina, en la Ciudad del Vaticano. El Premio Internazionale Sant’Agata se suma a la lista de reconocimientos obtenidos por nuestra granadina, que el año pasado recibió también el ‘Premio AILA’ del Progetto Donna en Roma.

La artista.

Sandra Pastrana es una mezzosoprano española, para más detalle, granadina, muy reconocida en el mundo de la ópera y la música lírica. Destaca por su prodigiosa voz y su habilidad para interpretar una amplia variedad de roles en diferentes producciones operísticas. Sus interpretaciones  adquieren una dimensión particularmente conmovedora: sonríe interpretando e interpreta sonriendo…  Su repertorio abarca desde la música barroca hasta obras contemporáneas, lo que demuestra su versatilidad como artista.  Aunque  vivir de la música no es todo orégano, “destilar buenos titulares sobre la grandeza  musical de Sandra Pastrana  no es nada difícil”. No se pavonea ni se revuelve en sus triunfos, en medio de la riqueza interpretativa de los pentagramas. Su tonalidad de mezzosoprano goza de su propio encanto que nos sumerge a todos en la admiración. Sus actuaciones  marcan una  brisa de romanticismo y misterio que la proclama  “diva  lírica”. Poseída de un magnetismo en el escenario fuera de lo común, destaca por su voz excepcional,  particularmente propicia a provocar  fascinación en su público.  

Sus compromisos

Aunque afincada en Italia desde hace años, Sandra Pastrana sigue profundamente ligada a nuestro país y a nuestra familia: Beas de Granada cerca su corazón.  Muy  apreciada en su inmenso repertorio, Sandra Pastrana ha cantado en el Teatro de La Maestranza de Sevilla, en el Liceu de Barcelona,  en el Teatro del Maggio Musicale de Florencia; en el Teatro Petruzzelli de Bari. Ha cantado en la banda sonora de Stefano Lentini para la película "The Grandmaster” de Wong Kar Wai.  En su repertorio leemos  el "Requiem" de Jose García Román…  Últimamente, Sandra Pastrana ha actuado en otros tantos importantes auditorios del mundo, como el Teatro San Carlo de Nápoles, el Musikverein de Viena, el Teatro Carlo Felice de Génova, la Fenice de Venecia o el Shinjuku Bunka de Tokyo...

Arte en familia.

Esposa del famoso tenor italiano Alessandro Liberatore, con el que tiene un hijo, Donatello, de tierna edad,  que con el tiempo, sin duda, formará parte de la saga Pastrana Ocaña,  compuesta por su hermano, el chelista Guillermo Pastrana y Encarna Pastrana, violinista, su hermana, que  deslumbran  por el diferente virtuosismo  de su tesitura musical.




martes, 24 de diciembre de 2024

EL ALBA

 



Ha nacido el Alba, hermanos,
No es la metáfora remotamente histórica
de cada diciembre…
Desde un pesebre alienta amaneceres,
genuíno esplendor de la transcendencia.
 
Ha nacido el Alba
que suena a brisa de plata,
en  el acantilado de  la humanidad.
Es viva crónica de acogida en noche helada,
ingrediente esencial de la paz.
 
Es el Alba
que emerge sobre el oleaje de miserias y despojos,
de mediáticos y políticos monopolios,
de refinadas violencias,
de mentiras acumuladas…
 
Es el Alba
patrimonio de la ternura, no disfrazado
de credos intolerantes.
Camino de esperanza, de alegría
que se anuncia en medio de la maleza planetaria.
 
Ha nacido el Alba,
sin techo, sin trabajo, refugiado,
con penurias y olor a salitre…
 
Dios viene a humanizar nuestra  humanidad.
¡Felicidades, hermanos, confiad,
que ha nacido el Alba!
 

martes, 26 de noviembre de 2024

RAIMUNDO IÁÑEZ


Raimundo Iáñez, pintor y poeta de Huétor Santillán, Granada (1956),  ha desarrollado un itinerario pictórico  básicamente experimental. La danza ha estado en su mente desde que, siendo joven, vio la película de Sidney Pollach, en el teatro Isabel la Católica, titulada “Danzad, danzad, malditos”.  Película que hizo fortuna con Jane Fonda y otros grandes actores,  representando a un Estados Unidos, en un ambiente de inmensa miseria y de gente desesperada apuntada a una maratón de danza en busca de un premio…  Ya entonces, llegó a  pensar que algún día ese mensaje brotaría con fuerza en sus pinturas. Así, “esta exposición de doce cuadros pretende dar rienda suelta a mi imaginación y mi punto de vista sobre el movimiento de la danza”, nos cuenta. Tal vez en un mundo de hoy desesperado por los acontecimientos.
La esencia, pues, de su actual obra es clara inspiración icónica y literaria, de danza rítmica siempre ascendente, que se desarrolla estéticamente en una permanente dialéctica entre la pureza y simplicidad de la línea, la intensidad y la fantasía de las masas cromáticas. Obra basada en los caminos de la técnica mixta entre tinta, grafito y témperas, en papel especial, sobre textos de bailarines y literatos famosos. A mí, personalmente,  me recuerda la  pintura en grisalla, muy empleada en vidriería, con sus matices cromáticos. Toda su obra, desde años,  refleja un mundo un tanto onírico, hasta surrealista. En definitiva, diría que Raimundo es un artista de trabajo minucioso, cual orfebre que maneja a la perfección su buril. 
                                                                                                                            Una de la obras de la exposición

La enmarcación es obra de Nino Vivo, escrupuloso artesano de la madera. Ha utilizado la madera de “ramín”, muy versátil, color pajizo, de textura fina y uniforme que le da un mayor protagonismo a la obra pictórica de Raimundo. Un acierto más que reluce en el Centro Cultural de Huétor Santillán, durante los días 25 de noviembre al 9 de diciembre del presente 2024.
En la exposición, merece la pena destacar las calabazas de agua pintadas con genial minuciosidad, pretendiendo emular el “Péndulo de Foucault”, obra del astrónomo y físico francés del siglo XIX, expuesta en el Parque de las Ciencias de Granada.
La pintura de Raimundo recoge, pues, elementos figurativos que reflejan musicalidad y poesía, sinfonía ascendente, entre siluetas humanas con sus rasgos definidos, inmensamente evocadores. Es, en definitiva, la estética en grado sumo de su arte plástica.

                                                                                                                      El péndulo de Raimundo Iáñez



martes, 19 de noviembre de 2024

LA BIBLIOTECA DEL DARRO

 

                                                                  María Ángeles Cabrerizo (izda) junto a Mar Venegas, Premio Cervantes chico 2022

La Biblioteca municipal de Huétor Santillán ha sido distinguida con el premio extraordinario “María Moliner”, con el que el Ministerio de Cultura reconoce “los mejores proyectos de animación a la lectura en España”.  Un premio generoso que viene a revelar ese espíritu serrano que,  desde hace más de medio siglo,  ya en la persona de don  José Ayala, sigue inyectando savia  hasta  nuestros días. Y, ciertamente, la Biblioteca hueteña es un claro ejemplo en ese arte de promover y difundir la cultura.

Para navegar por el premiado mar  de la lectura, gozamos de una brújula, que desde hace diecisiete años, viene marcando  las convicciones estéticas literarias de nuestro enclave. Es María Ángeles Cabrerizo, bibliotecaria, que ha sabido descubrirnos el apasionante mundo del libro… Sus largos años pasados al frente de la Biblioteca municipal es el mejor premio. Pero que este municipio, que no llega a dos mil habitantes,  tenga “una de las diez bibliotecas más reconocidas de España por sus actividades de fomento de la lectura”, eso ya es un “premiazo”.  Y más,  si nos cubre el honor de merecer el prestigioso “Premio María Moliner”,  dotado con diez mil  euros.  

Es digno de todo elogio el cuidado promocional de nuestra abnegada bibliotecaria en la creación y seguimiento de la Biblioteca municipal. Es más. Todos los esfuerzos de promoción cultural en este pueblo, están en íntima simbiosis con la gestión cultural que desarrolla el también abnegado concejal de cultura, Tomás Pérez Cobos, como el disciplinado “Colegio Sierra de Huétor",  el fructífero “Club de Lectura Hildegarda”  y las diversas asociaciones que tanto enriquecen nuestra bagaje humano y cultural. Ello se manifiesta en la cantera de poetas, cuyo santo y seña lo marca el “Bosque de la Poesía”, que visibiliza un Huétor Santillán promotor del recién estrenado Concurso Nacional de Poesía… Lejos de todo chovinismo, nadie va a quitarnos el  derecho de soñar con ese aluvión de gozo y buenos deseos que supone nuestro  inmenso bagaje cultural.

El “Premio María Moliner”, como regalo institucional, se anticipa a los Reyes Magos, para cubrir las espaldas a un Ayuntamiento que, con su alcalde José Carlos Ortega a la cabeza, reivindica ante esferas autonómicas un edificio que albergue  adecuadamente  sus tres mil volúmenes y las muchas actividades de  adultos, jóvenes y niños,  devoradores de las bellas letras.  El Ayuntamiento en pleno ha de seguir ejerciendo, si cabe con mayor fuerza, el deber de ser mecenas del progreso cultural, rico y diverso. Una urgencia que,  unida a la necesidad ya inveterada  de una  nueva Casa de la Cultura, testimonie  el patrimonio humano  y cultural de nuestro pueblo serrano.

Nuestra admirada bibliotecaria ha hecho que el libro y su lectura se hayan convertido, paso a paso,  en algo profundamente lúdico, aficionando al lector hasta atraparlo gozosamente entre las cuerdas de su salud cultural.  Lejos de todo patrioterismo vacío, ella ha sido la creadora  de un bastión de comunicación, sin certificado de caducidad. Nuestra Biblioteca no será nunca  pasto del moho o de las telarañas, mientras desfile entre sus  estanterías gente con  hambre de lectura, con ansias de afinar nuestro lenguaje y nuestra conciencia crítica.  Con ella, bibliófila hasta la médula, se rompe la cortina del tiempo y se divisa un futuro halagador, con un libro, eso sí, bajo el brazo rivalizando con la  revolución tecnológica.

¿Un hándicap, sin embargo? Pues, sí. Nuestra Biblioteca hueteña  ha sufrido el “maltrato” de los presupuestos. El escenario literario está pidiendo salas de lectura, de diálogo literario,  de vivencias y contrastes intrahitóricos,  que diría nuestro inmortal  Unamuno.  Urge, pues, espacios donde leer sea siempre una tarea arduamente comunicativa… Es de esperar que este premio venga cargado de ilusión y esperanza.

Así, entre los pliegues de la memoria hueteña,  permanecerá el buen hacer  de una joven ilustrada construyendo puentes -¡labor de hormiga!- entre lectura y escritura, que ya hoy se aprecia en los escolares del “Sierra de Huetor”. Los pequeños poetas van más allá de su valor puramente simbólico… Y el río Darro, de nuestras entrañas, que lució oro en su primavera, ya podría  gozar de una digna biblioteca. La Biblioteca del Darro.

miércoles, 4 de septiembre de 2024

DESPEDIDA A MARÍA CASADO


 

En el pasado diciembre escribía yo  en Carta al Director, en Ideal,  sobre la exquisita deferencia de las distintas profesionales sanitarias de nuestro pueblo. Entonces decía que, en su exceso de responsabilidad, eran una garantía integral para quienes formamos la ciudadanía hueteña… Y esto venía a cuento de la falta de “perspectiva interdisciplinaria” en los trasladados continuos de los agentes sanitarios que no llegaban  a tener tiempo suficiente para empatizar con todos sus pacientes. Y así, nos topamos una vez más -¿por enésima vez?- con el proceso de sustitución del Servicio Andaluz de Salud. En tan poco tiempo hemos sufrimos continuos cambios rotatorios de los profesionales a los que no hemos tenido tiempo de llegar a conocer a fondo para abrirles el corazón según nuestras patologías. Y, si no se remedia, se repetirá también la “moviola” en unos meses: nuevas sustituciones y un nuevo error del Servicio Andaluz de Salud.

En estos días, la doctora María Casado Medina, nuestra médica de familia, también nos deja después de unos meses tras desempeñar una labor  encomiable. En adelante, su cometido va a ser ya otro, mientras aquí deja abandonada la batuta  de su grandeza profesional, en espera de nuevo destino.

Recuerdo que un amigo, cuando yo me despedí de él en Lyon, me dijo: “Cuando bebas agua, no te olvides de la fuente”. Eso es precisamente lo que pasa por las venas de nuestro pueblo al enterarnos de la despedida de María Casado, nuestra “fuente sanitaria”.  Ella, en tan poco tiempo, ha escrito páginas muy bellas de nuestras vidas clínicas,  la mía entre ellas, cuando he estado  cerca de pisar la línea roja de la salud. Nada es más noble que un corazón agradecido. Hoy he visto lágrimas de despedida en el consultorio.  Huétor Santillán siente la marcha de esta mujer de sonrisa abierta, rebosando empatía y aliento. Incluidas, confidencias enrocadas en cada enfermedad que diagnosticaba. Ir a su consulta era un placer mitigado, claro está, por la experiencia del dolor, del miedo ante el diagnóstico… Su sabiduría clínica resulta invaluable para nosotros, sus pacientes. Un “milagro de profesional”, como alguien dijo al salir de su consulta.

Cierto es que el pueblo se siente feliz por haber contado en épocas anteriores con magníficos profesionales de la Salud. En nuestra memoria y más en nuestro corazón  están personas de gran calidad humana y competencia profesional, que han generado profunda amistad hasta hoy. En el diccionario no hay palabras para expresar con mayor fervor nuestro agradecimiento a todos ellos. No así, digámoslo sin tapujos,  si hablamos de la Institución sanitaria oficial, que hace oídos sordos a  nuestras más que honestas reivindicaciones. 

Hoy, con la marcha de la doctora Casado, el pueblo ha contraído una nueva deuda vital con ella. En nuestros corazones laten ya vivos recuerdos:  desvelos, esfuerzos, sacrificios, entrega a su misión. Todo positividad, sabiendo conjugar el arte de la atención sanitaria con el arte de su humanismo testimonial. Ya decía Platón: "Donde quiera que se ama el arte de la medicina, se ama también a la humanidad". Y decimos de esta mujer que se ha ganado a todo el pueblo. Por su simpatía, su total disponibilidad y -¿cómo no?- su sabia destreza disciplinar. ¡Gracias a su trato humano y cálido!  El consultorio era un enjambre de alivio a su vera, hasta el punto de sentirnos muy cómodos en su consulta.

A  veces somos tentados a pensar que para el Servicio de Salud cada  enfermo es una bola de billar manejada por el taco adscrito a la arbitrariedad eventual de una negligente política de sustituciones....  Lástima que esta realidad empañe hoy nuestro adiós a María Casado Medina,  cargado de inmensa gratitud. ¡Inmensa! Ella seguirá siendo nuestra doctora.

 

sábado, 10 de agosto de 2024

LAURA

             Hoy, ya anciano, abro el libro de mi memoria… Y ella, Laura, sale en cada latido de página. Como cuando allá en aquella película de Marisol, en el Cine Avenida, me sonrió, apenas catorce años de nuestras primaveras. Ella, nerviosilla, un tanto azorada. Y yo, jugando al atrevido. A nuestro lado, Cheché y Aurita sonreían. La película era la nuestra, no la de la pantalla. Ellos nos habían pagado las entradas, unas pesetas en butaca. 


            ¡Bien sabían de nuestras miradas cruzadas en el aula de Don Manuel, maestro y poeta,  cuando nos leía sus propios poemas de amor en las clases de Lengua! Al salir del cine, tarareamos “Corre, corre, caballito… que  lleguemos tempranito”,  como dulce premonición. Y así un día, y otro y otro. Si no era en el cine de cualquier otro domingo, era en el Parque de Amboage las tardes de algunos sábados o era en el Cantón de Molins  en otros tantos ratos de sábados. Entre sus amigas, ella desertaba de la comba o la rayuela sobre la calle Magdalena, por donde no pasaba ni un coche, bajo la disculpa de ver el partido de los chicos en el Sánchez Aguilera. Sabía que allí estaba yo.  ¡Cómo simulaba su gozo al verme driblando a Carlos, mi rival del balón y del corazón! Nos mirábamos furtivamente con sonrisa cómplice, como la de la Marisol de la película.  

            Éramos buenos estudiantes. Por eso, nuestros “tonteos”  (¿tonteos?), no llegaban a nuestros padres. Y, si aún  íbamos a las reuniones con el Padre Ángel que  nos hablaba de esas cosas bonitas que pasaban  a todos los adolescentes, tanto mejor. Bajo su consejo devoramos los libros de Michel Quoist… Entre los apuntes de clase con qué secreto nos intercambiábamos los poemas de Bécquer, arreglándolos a nuestra manera para aparecer como autores. ¡Atrevidos plagios los nuestros! También hurtábamos versículos bíblicos del “Cantar de los Cantares”.  No soportábamos las clases separadas. Es más. En el Instituto subíamos a las clases y bajábamos  por escaleras distintas. ¡Qué rabia!… Pero, bueno, buscábamos los lugares comunes fuera de las aulas, para seguir los temas juntos, bajo santo juramento de que estudiábamos. Entonces no había eso de San Valentín. Pero lo intuíamos cada día que nos veíamos. ¡Cuántos Cupidos pintábamos en nuestras libretas! Recuerdo aquel papel a rayas en el que le dediqué mi primer poema. ¡Tardé una eternidad en componerlo! Decía: Amor por ti siento, / y  decir que sin ti me muero, / jurarlo podría. / No es vana poesía, / no, no miento, ni me excedo./ Mas me asusta demostrártelo/ por miedo, mucho miedo/ a tu sufrimiento... Su respuesta no tardó. Bajo el complot de Aurita, sobre papel rosa, escribía: Nunca en mí/ habrá sufrimiento/ mientras de ti/ venga amor sincero, / que tampoco yo miento.  Aquello hizo sentirnos otros Bécquer. Yo lo guardé como oro en paño, releyéndolo día tras día, en total secreto. Hasta que traicioné, sin saberlo ella, mi compromiso.  Se lo enseñé al  Padre Ángel, y ¡qué alivio!... Se sonrió y me dijo que nada de eso era pecado. Al contrario, que todo era muy bonito.

            En mi libro de cada día sigo leyendo memorias pasadas, de bonanzas compartidas. Y leo que el trabajo del padre de Laura impuso su mudanza de barrio, bien lejos: nuevas amigas, nuevo equipo de fútbol, nuevo cine, nuevas calles donde saltar a la comba o jugar a la rayuela.... Entonces, el teléfono era un lujo, además no había SMS, ni “wasás”… Aquella distancia impuesta me hizo pensar que había perdido la luna en mi desierto. Que el cauce de mi amor perdía caudal en los entresijos de sus nuevas amistades. Lloré. También supe de sus lágrimas. Pero la suerte fue que la catequesis y el Instituto seguían  uniéndonos a pesar de la distancia, y en la madurez. Ya no nos veíamos tan “tontos”. Es más, nos adentramos en el mundo scout y aprendimos a amarnos mirando hacia los demás. Nuestras manos seguían entrelazadas, coquetas, pero ya con paquetes de arroz, azúcar y muchas cosas más por medio,  con destino al Asilo de Ancianos.  Ella menos nerviosilla y yo menos atrevido, fuimos descubriendo que el valor de aquella vida de adolescencia corría igualmente  por sus venas con el mismo color que las  mías…

            El mundillo universitario nos alejó de nuevo. Ella, Magisterio. Yo Psicología… Sólo de tarde en tarde, dos soles de carteros calentaban nuestras ilusiones con las cartas, que en sobres bien cerrados nos enviábamos, y ellos, cumplidores profesionales, nos entregaban a escondidas. Y así días, meses, y más meses.  Hasta que, confabulados, duendes y hadas nos persiguieron de nuevo. Y la luna brilló redonda y lozana, testigo de un casual reencuentro, milagro del azar, en torno a unos crêpes dulces como la vida cuando mira al cielo, en el restaurante universitario. Se cantaba ya la Navidad. Ella, para sorpresa mía, abrió su diario fecundo a lo Bécquer. Y yo, allí mismo, escribí sobre una servilleta tan rosa como el papel rosa de sus versos de niña: Hoy me he topado con la flor/ que vacía la inmortalidad de mis penas./ He encontrado la boya de mar/ que flotará perenne a mi lado/  Y surgió el amor en términos de proyecto en común.  Desde aquel día, Anita su nueva amiga, fue mi gran aliada.

Días más tarde, -¡quién lo dijera!-, coincidí con Carlos, caminante de múltiples veredas, tras el examen de grado. La distancia y el tiempo hicieron sus milagros. Y fuera en el mismo jardín universitario, bajo un milagroso sol tórrido,  cantamos juntos: Lady Laura, abrázame fuerte, Lady Laura, llévame a casa, Lady Laura, y cuéntame un cuento, Lady Laura.   El cuento lo leí en sus ojos, ojos de vivo azabache, y en esa goleta de amor, nos embarcamos aquel día despreocupados de qué puerto partía y qué singladura nos esperaba. Pero zarpamos sabiendo que el amor sigue creciendo en alta mar.

Así, hoy, los dos ya ancianos,  escribimos en común  nuevas páginas, rodeados de hijos y nietos. Todos felices… Y reímos, reímos recordando todavía aquella película de Marisol, en el cine Avenida.