(Jn. .12, 20-33)
Felipe de Betsaida, apóstol del Galileo,
también yo quisiera ver a Jesús,
como los peregrinos gentiles...
y estar a su lado en esta hora, escrita desde la eternidad,
culmen del legado del Padre
para nuestro mundo sin horizontes.
Quisiera ver a Jesús,
audaz Hijo fiel del humanismo divino,
porque la angustia de su alma no ha borrado
la ternura de sus entrañas ni la pasión de su vida.
Ver a Jesús, porque, como el trigo caído en tierra,
acepta ser enterrado
en los surcos de nuestra humanidad,
para fructificar entre desiertos, chozas y templos.
Ver a Jesús, energía fecunda,
que se desangra en las penas, y fracasos y muertes
de los inocentes de cada día,
para ser fruto salvador, en la esperanza de los pueblos.
Ayúdame, Felipe, a entrar en su hora,
como entraste tú, y Andrés, y Pedro, y Juan…
Quisiera seguirle en su entereza
para aprender yo mismo, como humilde servidor,
a vaciarme a su lado
contra todos los miedos y desalientos…
¡Y ser audacia de Iglesia!
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