sábado, 4 de junio de 2016

NAÍN

Iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín…
(Lc. 7, 11-17)



Llora la humanidad a diario
como en el sur de  Galilea, en Naín,
lloraba la madre viuda arrebatada por el vértigo
de todos los dolores,
en el encuentro inesperado contigo, Señor.

Tu gesto fue gratuidad,
el suyo lágrimas por la muerte consumada,
¡y te tocó su dolor!

Porque Tú no eres un Dios ausente,
tu mirada invadió el abismo del féretro,
y se hizo la vida…
            

Hoy, Señor,
en el Naín de nuestra tierra,
también un cortejo  camina preso de dolor
frente a la comitiva de la esperanza.

No dejes el corazón humano a la intemperie,
donde  muerte y vida
entretejen su  horizonte.

Danos  la oportunidad de creer en la muerte
no como el triste final de nuestra leyenda,
sino como
la piedra corrida del huerto donde confluyen a diario 
todas las lágrimas viudas de nuestra humanidad...

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