Iba Jesús camino de una ciudad llamada
Naín…
(Lc. 7, 11-17)
Llora
la humanidad a diario
como
en el sur de Galilea, en Naín,
lloraba
la madre viuda arrebatada por el
vértigo
de todos los dolores,
en el encuentro
inesperado contigo, Señor.
Tu
gesto fue gratuidad,
el
suyo lágrimas por la muerte consumada,
¡y te tocó su dolor!
Porque Tú no eres un
Dios ausente,
tu mirada invadió el
abismo del féretro,
y se hizo la vida…
…
Hoy, Señor,
en el Naín de nuestra
tierra,
también un
cortejo camina preso de dolor
frente a la comitiva
de la esperanza.
No
dejes el corazón humano a la intemperie,
donde muerte y vida
entretejen su horizonte.
Danos la oportunidad de creer en la muerte
no como el triste final
de nuestra leyenda,
sino como
la piedra corrida del
huerto donde confluyen a diario
todas las lágrimas
viudas de nuestra humanidad...
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