domingo, 5 de febrero de 2017

SAL Y LUZ

Vosotros sois la sal…
Vosotros sois la luz del mundo…
(Mt. 5, 13-16)





De nuevo, Señor,
Tú me sorprendes en la monotonía acartonada
de mi vida,
entre la legión de mis deseos y la limitación de mi carne.

Me sorprendes
con tu llamada a ser luz,
testigo de tu verdad, de tu justicia, de tu amor.

Me sorprendes
con tu encargo de ser sal
que se desparrama
hasta agostar miedos y cobardías.

¡Mucha confianza has puesto en mí, Señor!

Dame la gracia de aportar flores a tu Reino,
aunque sean regadas con mis propias lágrimas.
Dame cantar esperanzas,
como pajarillo que trina a pesar de su jaula.

Por tu confianza en mí,
quisiera enzarzarme en las causas de mis gentes,
aunque parezca  baladí.
Quisiera irradiar entusiasmo en mi derredor,
aunque sólo sea un rayito de luz.
Quisiera contagiar ilusión, como la pizca de sal sazona la comida.

Dame valor
¡en la lucha de cada día!,
para que mi sal no se vuelva insípida,
para que mi luz no se oculte temblona bajo mi equipaje.

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