Soltó el manto, dio un salto y se acercó a Jesús.
(Mc. 10, 46-52)
Hijo de Timeo, ciego y mendigo
en la cuneta de Jericó,
¡suerte la tuya!
Tu salto, tras soltar tu manto,
se encontró con la Luz
y la seguiste en el nuevo camino.
Fe perseverante, vencedora de cegueras,
la tuya
encontró la dignidad que las creencias ortodoxas
te habían arrebatado.
Las tinieblas saltaron con tu manto
y el esplendor nazareno
colmó tus ansias de felicidad.
¡Suerte la tuya, Bartimeo!
Tu salto, tras soltar tu manto,
se encontró con la Luz.
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