Su vida -hace ya ocho siglos- se sitúa en la región italiana de la Umbría, en el corazón del país trasalpino, en las estribaciones de los Apeninos. Nació a finales de 1181 o a comienzos de 1182. Falleció en el atardecer del 3 de octubre de 1226, en la Porciúncula, actual basílica de Santa María de los Ángeles de Asís.
Es ejemplo de hombre para una sociedad nueva. Es patrimonio tan querido, tan hermoso y tan gozoso, tan imprescindible de la mejor Iglesia y de la mejor humanidad. Decir Francisco es decir Evangelio.
El “espíritu” de Asís es rechazo absoluto a la violencia, al uso y abuso de la religión como pretexto para ésta, fidelidad a las propias convicciones religiosas -”fidelidad, sobre todo, a Cristo crucificado y resucitado”-, diálogo responsable y sincero en la libertad y en la razón, y compromiso por la paz y la reconciliación.
Francisco de Asís es el santo que no pasa de moda.
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