Un hombre tenía dos hijos...
(Lc. 15,1-3.11-32)
Cuando el padre pierde la cabeza
por sus hijos,
la misericordia toma las riendas de la vida…
Así,
si el menor derrochó toda su fortuna,
perdidamente,
más fortuna derrochó el padre
sobre los hombros del hijo infortunado.
Si en la locura de juventud
dilapidó toda la herencia paterna,
más locamente dilapidó el padre
la riqueza de su perdón.
Y si el hijo mayor se perdió en celos
por la locura del cabrito festivo, del traje y el anillo,
más se perdió el padre
en su comprensión y amor.
…
contra su propio lodazal,
y volvió a casa.
Mientras,
el mayor, ensimismado en lealtad,
gozaba de la hacienda,
y calculaba a diario los desvaríos del hermano.
El padre chocheando de amor,
olvidó la ley,
e inventó la reconciliación… Así,
se restauró el camino, comenzó la
fiesta,
porque los dos hijos,
los dos estaban perdidos y
fueron hallados…
Y el sol desparramó su luz,
¡infinitamente!
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