Acabo de leer ¿Tiene
Salvación la Iglesia? del teólogo y escritor Hans Küng (Editorial Trotta, 2013). Sin desperdicio, reflexiona sobre la
Iglesia actual y el papa Francisco. ¿Ha
sonado la “primavera eclesial”?, se pregunta. ¿Es verdadera esta pretensión? De hecho, a lo largo de su primer milenio, la
Iglesia se las arregló excelentemente bien sin el papado monárquico-absolutista
que hoy damos por sentado.
Sorprende ver hoy cómo el papa
Francisco, desde el momento de su elección, ha optado claramente por un
nuevo estilo totalmente diferente del de sus dos inmediatos antecesores:
no luce ya la dorada mitra con joyas, ni viste la capa roja ribeteada con
armiño, ni calza los rojos zapatos, ni lleva el gorro rojo con bordes de
armiño, ni tampoco se sienta en el trono papal decorado con la triple corona,
emblema del poder político de los papas. Igual de sorprendente es la manera en
que el nuevo papa se abstiene conscientemente de hacer gestos melodramáticos y
de emplear una retórica hinchada; habla el lenguaje de la gente de la calle. Y
sorprende, en fin, cómo el nuevo papa recalca su lado humano: Podemos recordar
sus gestos en estos días en Brasil.
Si el papa Francisco se embarca en un
cauce de reformas, encontrará un amplio apoyo incluso más allá de las fronteras
de la Iglesia católica. Como le sucedió a Francisco de Asís. Exactamente lo
contrario de todo lo que defendía el papa coetáneo, Inocencio III, el pontífice
más poderoso de la Edad Media. En realidad, el poverello de Asís representa la alternativa al sistema romano que
ha dominado la Iglesia católica desde las postrimerías del primer milenio. ¿Qué
hubiera sucedido si Inocencio III y su entorno hubieran escuchado a Francisco y
descubierto de nuevo las exigencias del Evangelio? No obstante, en ¿Tiene salvación la Iglesia?, Hans Küng muestra fundadas esperanzas para asegurar
una “primavera eclesial”.
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