Así se expresaba en “Ideal” el amigo Mesamadero, en su
viñeta del pasado 25 de junio, con esa genialidad humorística tan suya: Si reflexiono mucho, no voto. Y es que los políticos
de hoy están tan aferrados a una inmensa y decepcionante lluvia de bla, bla, bla, que dan la impresión
de que juegan a un brainstorming (?) pseudo original para
llevar a sus ascuas todas las sardinas, bajo combinados de vetos, líneas rojas,
medias verdades, “disfonías” en los consensos…
El aire político que corre por la piel nacional ya es irrespirable.
Se aprecia en todas las esquinas, ante tanto empecinamiento de políticos “escorados”
a babor y estribor según sople el viento, tanta obstinación en el bloqueo de
gobierno parlamentario, tanta exhibición incontenida de progresismos… Total, cautiverios y conveniencias. Ya va
siendo hora de que suenen las trompetas
de una gobernabilidad estable que despeje toda duda política, y avive el
crecimiento económico, la creación de empleo, la mejora de la educación, la
seguridad nacional, la reducción de gastos y deudas, la defensa de la integridad española…
El termómetro del país, sin embargo, sigue marcando
colapso político. Los líderes se entretienen consultando a las bases, aunque ello
suponga riesgos. (¡Sirva de ejemplo el referéndum del brexit!). Consultas que en
el fondo tratan de buscar apoyo y
legitimidad a sus ambiciones de gobernar a toda costa. En definitiva, estamos
ante “distracciones” poliédricas sin capacidad
de diálogo y discernimiento, cada cual dentro de sus respectivos hervores irreconciliables.
La garantía de la economía de mercado, la defensa de los derechos
legítimos y la esperada gobernabilidad están suplicando, desde hace meses,
aparcar las discrepancias de partidos, abandonar de una vez la morosidad
política reinante e ir a una convivencia conciliada, como hace unos días
proponía el lendakari Urcullu. Nuestro futuro
ha de pasar por un codo con codo, si no quiere arrasar el sistema constitucional que tanto ha
costado construir. Lo decía el Rey, árbitro común, hace unos días en Girona cuando abogaba por “aprender a convivir y a defender una sociedad plural y sin
enfrentamiento”. Cesen, pues, las requisitorias
políticas que debilitan el tejido de nuestro país con sus chantajes y
coacciones. Y no maltraten la palabra más citada en la esquizofrenia de los
partidos: la democracia.
Caminar
hacia una inevitable tercera ronda de urnas es desahuciar la convivencia
nacional y crear más incertidumbre. Y yo
que no soy ni popular ni populista, me uno al amigo Alcántara que en “Ideal” aconsejaba:
“No añadir más obstáculo a la carrera de investidura (de Rajoy) porque ya
estamos cansados de saltar vallas y más vallas, con el calor que hace”. Y en cualquier caso, no “juntar ginebra con
anís”, que decía mi admirada Remedios Sánchez, hace días en el mismo rotativo.
El santo y seña de nuestros políticos sea la regeneración sincera y comprometida, y no
el vaivén expectante en el que nos tienen sumidos. Si “para ser periodista,
decía Kapuscinski, hay que ser buena persona”, para ser político…
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