Cuidado que nadie os engañe.
(Lc.21,
5-19)
Nuestra condición
humana conoce
turbación, fracaso,
sufrimiento…
No nos pillan
desorientados los fatalismos
que tienen que
suceder...
Ciertamente.
Tú no eres el señor
de todos los males.
La vida y la paz son
tus aliadas,
irremisiblemente,
aunque para el mundo
estás bajo sospecha.
Ante el muro de las
lamentaciones
y la espesura de
tanto derrumbamiento,
la verdad hará su obra
con el ingrediente
del discernimiento,
impuesto por la
fuerza de la sabiduría.
¡Que nadie os engañe!
Saber discernir
aún cuando Él parece
oculto entre tanta negrura,
aún cuando nuestros
pasos se tambaleen en la lucha.
Discernir
en medio de los
acosos,
teniendo por aval la
palabra del Galileo.
Lucen ya en el
horizonte una nueva tierra
y un cielo nuevo,
gracias a que el
abrazo al madero
dominará para siempre
nuestra suerte.
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