Ante la
prohibición que ha impuesto el Colegio Público Hispanidad de
Elche, que cunda la paz, y con ella (¡perdonen mi ironía!) ese
“sentido común y pedagógico, por demás, en pro de la libertad y de la convivencia escolar... Sí, y que el laicismo de moda
triunfe para que desaparezca nuestra fiesta entrañable de la Navidad que desde
hace más de 18 siglos viene celebrando millones de seres de todos los tiempos. Que
en nombre de la “tolerancia educativa” desaparezcan todos los belenes de todos
los colegios y ciudades, que desaparezcan todos los conciertos de villancicos y
demás actos culturales y todos los días festivos de Navidad, que desaparezca toda
la alegría que derrochan los encuentros familiares en torno a la Navidad. Que
desaparezcan todos los esfuerzos en pro de la reconciliación y de la solidaridad
de tanta gente con motivo de la Navidad,… y –por qué no- que desaparezcan
también todas las pagas extraordinarias por mor de la Navidad.
Tal
prohibición del Colegio Público Hispanidad de Elche, quiere, pues, ocultar el
hecho religioso que predica la Navidad y que hermana a tantísimos pueblos del
orbe... ¿Navidad, no? Será, tal vez, para restablecer la adoración al sol en su solsticio de invierno a
imitación de los ancestros de nuestro planeta, sean aztecas, incas o romanos.
Esta prohibición que corre su tinta sobre algún colegio más, atenta contra la libertades religiosas y educativas, derechos recogidos en la Constitución Española y en la Declaración Universal de Derechos Humanos:
“Toda persona tiene derecho a la libertad de manifestar su religión o creencia, individual y colectivamente,tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia”. (Artículo 18 de la Declaración Universal de Derechos Humanos)
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