… yo soy
la puerta de las ovejas.
(Jn.
10, 1-10)
En mis
encrucijadas,
hay mil
evasivas entremezcladas de penurias,
de
ambiciones y de complacencias.
En
medio,
sentir
tu voz que me llama por mi nombre,
¡qué
gozo, Pastor de Israel!
En mi
sociedad masificada, donde
no soy
nadie, más que un socio del anonimato,
siento
a los mercenarios de alrededor,
intentando
dominar en la intolerancia de su aprisco,
avasallar
en el secretismo de su ambición.
En tu
redil no soy un extraño.
Puedo
entrar por tu puerta siempre acogedora,
palpar
mi yo en la pluralidad de mis hermanos,
gustar
tu pasto en la misma artesa de todos…
Tú
puerta no crea guetos, no es barrera
cargada
de candados.
Tu
puerta se abre ante la más débil brisa…
¡Siempre
de par en par a la vida!
Atravesar
tu puerta, llamado por mi nombre,
es
feliz aventura
que
sacia mi sed de cielo.
Señor,
en mi
silencio, junto a tu puerta,
sepa yo
siempre
discernir
bien tu voz de buen Pastor.
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