Nobleza obliga, que dicen,
y más cuando una amiga se va... En este caso, la Librería Nueva Gala que ha
cerrado definitivamente. Nuestro querido Bernardino ha dado por terminada la “función”.
Ha bajado finalmente el telón en este diciembre frío, no sin apenados suspiros
en compañía de amigos que hemos vivido otrora la feliz apertura del escaparate
para amantes del libro. Sí, allí, en Librería Nueva Gala, hemos colgado libros que
acercaban a personas con hambre de lectura. Así, la librería venía a ser, ya
desde los tiempos de Ginés, como una era donde se aventaba el trigo de los
versos, historias, novelas, escritos políticos, páginas culinarias, infantiles…
Pero la aventura digital con sus redes despiadadas ha ido enmudeciendo los
gozos de pasar páginas con olor a tinta.
Sin embargo, no es época de gemidos por muy
lógicos que sean, sino un momento para llenarnos de mucha paz por el bien
sembrado, a pesar del incierto futuro, sobre todo, para quien han vivido la
noble tarea de ofrecer grandezas allegadas a la pluma o al
teclado de sufridos escritores.
Tras más de 30 años de historias libreras, cuando
todavía no se nos apreciaban arrugas, hemos avalado felicitaciones que ya no
volverán, pensando en futuras generaciones. Es duro decirlo, pero Nueva Gala ha
dejado de ser el referente de ayer por donde han pasado eventos deliciosos, presentando,
año tras año, obras de Olgoso, Friebe, Pimentel, Jiménez, Muñoz, Carbonell,
Amaya, Alija, Odile, Gastón, Pozo, Cárdenas, Sopeña, Ordás, Vega, Hita, Ariza,
Granados, Coín, Moratalla, Enríquez, y así hasta más allá de un centenar de
autores, que nuestro Antonio Arenas inmortalizó en las páginas de IDEAL.
Cuando muere una librería, muere con ella las
mañanas de sol. No hay nada más lamentable para un pueblo que ver cerrarse sus
librerías, como en otros años ha sido la muerte de periódicos, cual “cantos de
sirenas a los dioses del Olimpo”.
No hay más remedio
que adaptarnos sufriendo estoicamente aquello de que “es lo que
hay”... Más que nunca procede vivir la realidad día a día,
entendiendo que es hora de asumir los cambios como imponderables de los nuevos
tiempos, pero sin olvidar que "cuando un amigo se va, algo se muere en el
alma".
Los libros gozan de buena
memoria, se leía hace días en el rotativo IDEAL, y sus palabras nunca son tan inocentes
como para caer en el olvido. Eso pasaba con Nueva Gala, como el lugar privilegiado
en el que se nos revelaba el gozo de cuantos se detenían ante el escaparate
para ver, sentir, gozar del multicolor de unas portadas que invitaban a entrar
para palpar la frescura de sus letras y, sin duda, dejar huecos en las
estanterías…
Leer es gozar siempre de
un oasis, como escribir es adentrarse en un desierto, casi un disparate (¡con perdón!). Se escribe mucho, se lee no tanto, y se
compra mucho menos. Es fascinación, pero también desencanto, y, sin
embargo, sigue siendo obligado asomarse a los libros, si queremos entender el
mundo…
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