Este es el Cordero de Dios…
(Jn. 1, 29-34)
¡Cordero y
liberación!
A ti confío
mi piel.
En ti abono
mi vida.
En ti afino
mi canción.
¡Divina
morada humana!
En ti
comprendo a mi gente,
y, hasta
aprender a desangrarme,
a ti clamo
con toda mi alma.
En ti, mi
pascual Cordero,
disfruto lo
que tengo,
hago lo
bueno en secreto,
y uso tus
balidos para mis lamentos.
En ti
recreo mi ilusión,
en ti mi
cansancio alivia al hermano,
y de la
espesura de los miedos,
en ti, hago
versos y oración.
Que en mí
todos encuentren tu mirada,
en mí, la
verdad de tu palabra,
¡Oh,
Cordero de mi alma!
que vean tu
camino
en mis
indigentes pisadas.
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