A Juan García Pedraza,
amigo del pincel y mío,
inmenso universitario.
Silencio de hierro y plata
que vaga
por la paz de sus lienzos
donde sestean blasones
de poesía, música
y sentimientos.
Pirueta apilada de luz
innata,
concitando arte, honorario
de vida,
égloga diluída
entre óleos y acuarelas.
Temor y fascinación, arenga
cromática,
escorzos, texturas, fugas
en el espacio envolvente
del pastel,
cual vistosa grulla.
Epopeya virtuosa en pigmentos
de agosto festero
y éxtasis de policromía,
fuente que no se agosta,
ni en masas
ni en líneas.
En el arriate
soy gleba de su pincelera
estudiosa sobre el caballete
de armonía que es magia,
sublime ardentía.
La llama de su arte,
con orgullo,
sobre el lomo del carboncillo,
de la plumilla,
también arde.
¡Arte suyo,
su arte!…
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