… y os encuentre dormidos.
(Mc. 13, 33-37)
Vigilad,
velad, velad…
Qué fácil es oír pasivamente
estas palabras
con su eco constante y liberador
a través de los tiempos.
Vigilad, velad…
Nosotros,
los que estamos de vuelta de todo,
cuando la somnolencia del espíritu
tiempo hace que nos ha arrinconado
en nuestro propio sopor...
Soñadores de paraísos,
nosotros,
dormidos en los futuros lejanos,
olvidamos la tarea presente,
perdemos de vista que la eternidad y su reino
están aquí,
en la acción de cada día.
Velad...
Dios se manifiesta en lo imprevisto,
en la cercanía de nuestra casa,
junto al vecino,
en el indignado
que clama despierto en nuestra orilla,
mientras nosotros,
adormilados, restregamos nuestra pereza
sobre los horizontes del evangelio.
…
Sabemos, Señor, que estás cerca,
que eres el dueño, el esperado de siempre,
violenta tú nuestros sueños. Despiértanos.
No quieras que permanezcamos año tras año
aletargados sobre nuestras añoranzas vanas.
Ven, Señor,
que sin ti somos un puñado de penas a la deriva.
Ven,
que tu reino es urgencia en este mundo
anclado en sus pompas y artificios.
¡Ven, Señor, Jesús!
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