Al dolor de Trini e hijos,
y de cuantos lloramos su ausencia.
Hablo con mi camino,
la mirada perdida en el bastón de tu regalo,
alegría de tus desvelos.
Y hablo de tu vida, de tu dolor,
y de tu muerte dignamente aceptados.
Por senderos y travesías,
tu bastón es mi compañero,
indefinidamente,
aunque la lluvia haya apagado tu mirada
de dulce abuelo.
Tu bastón desparramado entre peldaños
de amor,
recuerdo tuyo multiplicado,
es hoy testigo, en tu existencia sepulcral,
de las cenizas que devoran tantas lágrimas.
Y es tu bastón
el aval que fermentará las huellas
del sol que sembraste en muchas vidas,
del río, inundado de luz y nardos,
que desparramaste, Acacio, en muchos prados...
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