Si el grano de trigo no cae en tierra y muere,
queda infecundo. (Jn. 12, 24-26)
A Huétor Santillán en festividad patronal.
Quisiera ser grano de trigo sepultado en tierra,
para fecundar la fe de mis hermanos.
Quisiera ser rosa que goza de agua y sol,
para sobrellevar sus espinas.
Quisiera ser gaviota que aletea libre entre cielo y mar,
para alimentar a sus crías.
Y si tengo que ser saeta,
que sea para rasgar silencios
que canten amor y perdón.
Y si tengo que ser aulaga entre la soledad de los montes,
que no deje de ser bajo el espesor verde de la esperanza.
Y si tengo que sufrir rebeliones de la vida,
que no desfallezca,
porque la fe entre roquedos crea flores.
Quisiera ser niño que chapotea con sus manos el agua,
mojándose felizmente.
Quisiera sentirme nada,
pero, sí, riada de ilusiones para mis hermanos que sufren.
Quisiera ser aroma de magnolia para cuantos me rodean,
a pesar de la hojarasca de mis debilidades.
Y quisiera ser -¡no sé si sueño!-
golpe de timón, empuñadura de remo o quilla bajo el agua,
para hacer Iglesia, testigo actual del evangelio,
como fue Sebastián, el mártir discípulo del Nazareno.
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