Mis ovejas escuchan mi voz
y yo las conozco y ellas me siguen.
(Jn. 10, 27-30)
Oveja tuya soy.
Tú me conoces,
Pastor bueno.
Te asomas a mis desmayos
donde escucho tu
voz,
donde refuerzas tu
amor.
Si hundido me
pierdo en mis vacíos,
te encuentro cercano
en tu cayado,
instaurador de
mi confianza.
Si mi nombre se arruina
en el abismo,
suena enseguida tu silbo amoroso,
asilo en mi
debilidad.
En el aprisco de
mis noches abrumadas,
Tú musitas
consuelo
mientras velas
mis sueños, Pastor bueno.
En mis desalientos,
malherido entre
las zarzas de mis huidas,
me atrincheras en tus brazos,
me izas a tus hombros mimosos.
Pastor bueno, Tú
me conoces,
Oveja tuya soy,
que quiere
aferrarse a tu fidelidad,
añorar sólo la
riqueza de tu corazón
y seguirte…
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