En estos momentos de
nuestro Getsemaní humano, cuando el sufrimiento nos aprieta por todos lados, no
nos dejamos aplastar por la desesperación, imitamos la grandeza de Berta María,
mi sobrina. ¡Qué buen ejemplo nos ha dejado! Miramos al Cielo para descubrir
sus guiños de mujer fuerte. El dolor de estos días nos ha arrancado muchas lágrimas, demasiadas lágrimas, pero con ellas hemos
tenido el coraje de regar la oración en la esperanza de una Vida nueva, donde
la podremos abrazar de nuevo todos con sus hijos Carlitos, Bertita y su más
pequeña Nerea, ¡ellos los primeros! Será la Meta que alcanzaremos todos, con la
promesa del Resucitado, tras pasar los
umbrales de cada Gólgota…
Permitidme,
mis amigos, este poema que os ofrezco en su nombre, desde la capilla del
Tanatorio de San Fernando (Cádiz). Ella seguro que lo ha seguido desde su paz del
Cielo, porque el “hilo” con ella no se ha cortado, ni ha tenido interferencias.
Y desde ahora siempre tendrá máxima cobertura…
BERTITA
Con Berta, para siempre mi Bertita,
siento ya correr una brisa alada
de mujer,
esperanza apasionada,
de madre, consuelo y fuerza bendita.
La lámpara en su alcoba encendida,
en su corazón la cruz bien grabada,
digna esposa de dolor consagrada
y en el cielo en multitud recibida.
Lágrimas hoy queman ojos mortales,
¿Por qué, Señor, la llevaste veloz?
¡Prodigio de misterios esponsales!
Era pan y cáliz. ¡Se fue contigo!
Oblación, dolor de ausencia precoz
¡Bendito tú buen Dios, mi Cristo amigo!
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