Tras 17 años como Defensor del Pueblo, José Chamizo ha
sido relevado en el cargo por acuerdo unánime entre las fuerzas políticas del
Parlamento andaluz. Inesperada decisión, pero nada sorprendente, si se tiene en
cuenta que el cura Chamizo siempre estuvo a la altura en el desempeño de sus
funciones con dignidad y eficacia. Y por ello, fue señalado como persona non
grata en los estamentos políticos. Los profetas siempre “hacen daño” y los
poderosos no los toleran. Él ha sido un gran profeta desde los tiempos en que
se jugaba el tipo en la Estación de San Roque, hasta hoy en su trabajo de Defensor
de la verdad, incansable trabajador contra
cualquier injusticia que se le presentaba. Hombre de gran altura intelectual, y
de corazón inconmensurable, siempre cercano a la gente, siempre a la escucha de
la ciudadanía que gritaba por sus derechos. Su labor en contra de la drogodependencia,
la marginación
y la pobreza
está escrita en el Campo de Gibraltar, como su buen hacer al
frente de la Oficina del Defensor del Pueblo andaluz. Ahí quedan sus reconocimientos:
Medalla de Andalucía, Hijo predilecto de Los Barrios
y adoptivo de la Ciudad de San Roque, Doctor honoris causa por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y
un etcétera fantástico escrito en los corazones del anonimato. La intolerancia de los
políticos se llevó por delante todo el “chamizo”, leño medio quemado, referente
de nuestro orgullo andaluz. Sólo nos queda la esperanza de que su sustituto, Jesús Maeztu, hecho en las mismas lides, sepa mantener bien
alto el listón que hereda de José Chamizo.
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