sábado, 15 de junio de 2013

EL PERFUME


 

Vino con un frasco de perfume…
(Lc. 7, 36-8, 3)
 

 
 
Señor,
la publicana se ha colado sin invitación,
ha refrescado tus pies de profeta con sus lágrimas,
ha ungido tu carne,
a punto de ser lacerada,
con el perfume de su escándalo…
E inundó de buen olor la morada.   

Él, Simón,
pretendió atraparte entre los muros de sus leyes,
revolcado en la seguridad de sí mismo,
y levantó troneras
como juez atrincherado en la intolerancia de su fe,
bien asido al lujo de sus oraciones. 

Besos, lágrimas, perfume
de la pecadora hecha amor y ternura.
y enfrente, la reprobación del que se cree bueno,
instalado en el sistema.  

Ella rompió riesgos,
atravesó la ley de todos los entredichos,
convencida de tu amor verdadero,
de tu perdón para los insolventes de este mundo. 

Él no arriesgó nada,
ante los comensales sancionó su reputación social
con el desprecio a la intrusa.
¡Sin más!

 El escándalo quedó servido…
Tú, Maestro, te hiciste el sospechoso.
Y te crucificó, como buen fariseo,
antes de tiempo con su mirada de soslayo.
Pero tu palabra fue buena noticia…  

Mientras el verdadero pecado rodó,
hasta hoy,
por las carnes de Simón,
ella no volverá a otros brazos más que a los tuyos, Jesús,
invadida de tu amor.

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