A mis sobrinos,
hijos de ese cielo de hermana.
Misterio mascullado en tu cuerpo
no menos en tu alma,
sustancialmente.
Andariega desde siempre,
y para tus cosas despiadada.
¡Ellos, siempre ellos, en tu mente!
Desde tu holocausto
de amor, fuiste otoño humilde
cuyas hojas entre disgustos y aleluyas
ceden al nacimiento de otras verdes.
Fuiste palabra que convence,
esperanza sufriente.
Llovías alegría
para ellos, los cinco de tu cuerpo,
hijos, los cinco de tu alma,
por más que el cáncer te crucificara.
Tú siempre para todos mercancía
de lujo, testimonialmente.
Guadalupe siempre,
eternamente, Guadalupe.
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