por José-Román Flecha Andrés
Universidad Pontificia de Salamanca
Las enfermedades degenerativas limitan de forma dramática a los pacientes, afectan gravemente a sus familiares y son un auténtico desafío para la investigación actual.
En las dos últimas décadas esa investigación se centra en la obtención de células madre o células troncales, que pueden colaborar en la regeneración de los tejidos dañados por la enfermedad.
En noviembre de este año 2011 se celebró en Roma una Conferencia internacional sobre células madre. En el discurso que Benedicto XVI dirigió a los participantes, se refirió a los dilemas éticos que se plantean hoy a la investigación científica, especialmente en este campo.
En noviembre de este año 2011 se celebró en Roma una Conferencia internacional sobre células madre. En el discurso que Benedicto XVI dirigió a los participantes, se refirió a los dilemas éticos que se plantean hoy a la investigación científica, especialmente en este campo.
“Los potenciales beneficios de la investigación con células madre adultas –dijo el Papa- son muy notables, pues da la posibilidad de curar enfermedades degenerativas crónicas reparando el tejido dañado y restaurando su capacidad de regenerarse. La mejora que estas terapias prometen constituiría un significativo paso adelante en la ciencia médica, dando nueva esperanza tanto a los enfermos como a sus familias”.
Tras recordar esos beneficios, dijo el Papa que la Iglesia alienta a cuantos están comprometidos en realizar y en apoyar ese tipo de investigación. Evidentemente, la ética exige “que se lleven a cabo con la debida atención al bien integral de la persona humana y al bien común de la sociedad”.
Tras recordar esos beneficios, dijo el Papa que la Iglesia alienta a cuantos están comprometidos en realizar y en apoyar ese tipo de investigación. Evidentemente, la ética exige “que se lleven a cabo con la debida atención al bien integral de la persona humana y al bien común de la sociedad”.
A continuación, mencionaba el Papa la tentación de ignorar las dificultades éticas a la hora de investigar y promover una terapia efectiva para las enfermedades degenerativas. La más importante de esas tentaciones es la de ignorar la dignidad humana del embrión, ya defendida por el Concilio Vaticano II.
Teniendo en cuenta ese riesgo, añadía Benedicto XVI: “Quienes defienden la investigación con células madre embrionarias con la esperanza de alcanzar ese resultado cometen el grave error de negar el derecho inalienable a la vida de todos los seres humanos desde el momento de la concepción hasta su muerte natural”.
No es preciso descabezarse para hallar la razón en que se apoya esta afirmación. Bien conocido es el principio kantiano que sitúa al ser humano en el reino de los fines y no de los medios. En esa misma línea, el Papa recordaba que “la destrucción de una sola vida humana nunca se puede justificar por el beneficio que probablemente puede aportar a otra”.
Estas afirmaciones no cierran el camino a la investigación ni amortiguan la esperanza de los enfermos y de sus familias. Si el uso de células madre embrionarias no se justifica moralmente, recuerda el Papa que “no surgen problemas éticos cuando las células madre se extraen de los tejidos de un organismo adulto, de la sangre del cordón umbilical en el momento del nacimiento, o de fetos que han muerto por causas naturales”.
Estas notas de la Bioética actual son importantes a la hora de establecer los criterios éticos sobre la investigación científica y sobre la práctica clínica.
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