domingo, 13 de octubre de 2013

A GRANDES GRITOS


Se volvió alabando a Dios a grandes gritos...
(Lc.17, 11-19)

Hoy me detengo ante ti, el leproso de Samaría…
Desde lejos,
te he oído gritar compasión,
junto  a tus  nueve colegas de la leprosería.
Ellos, judíos, obedientes de la fe;
tú, extranjero, samaritano, desplazado
y un tanto pagano. 

Marginados, despreciados, habéis hallado gracia
en el maestro de Nazaret.
Él os ha limpiado en el crucero de la Ley,
camino del templo sagrado. 

Mientras tus compañeros se instalaron
en el ceremonial del precepto,
olvidando  todo compromiso,
tú, samaritano,
liberado de tu miseria humana, corriste tras Él,
sin arrogarte ningún derecho. 

A grandes gritos, gritaste la gloria de  Dios,
sin miedo a nadie gritaste,
sin ninguna vergüenza gritó tu fe incipiente. 

Tu ley, samaritano, no estaba en el templo,
tu ley era reconocimiento,
compromiso, donación.
Tu triunfo sobre el mal era Él,
sin ninguna reserva. 

Todos tenemos un poco de lepra,
enséñanos, tú samaritano amigo,
a salir de ella,
que el don de la fe no está vinculado a ninguna aldea. 

Y en tu cuerpo curado de leproso
haznos ver  la fuente de tu nueva vida,
a nosotros los miedosos,
los instalados en nuestro religioso vacío,
los llenos de  heridas.

 

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