…orar
siempre sin desanimarse.
(Lc.18, 1-8)
Escondida en su humildad y desamparo
la viuda de la parábola pide justicia
día y noche,
y en su
soledad no se rendía.
Sea así, Señor, mi oración.
Y no el escondrijo de la rutina,
o el recurso mágico para mis cosillas.
Sea mi oración el cordón
umbilical
que me una al mundo sufriente;
el cauce por donde corra sangre leal de amor
por mis gentes.
Delicia silenciosa sea mi oración,
custodiada por la brisa de tu Edén.
Diálogo contigo, mi Dios amado, mi bien,
en la calle, al volante, en el campo,
en el cine, en el baile, en el trabajo,
en el hospital o en el mismo paro,
día y noche, sin desmayo.
Sea mi oración urgencia para el necesitado,
placer de
domingo, sol y descanso,
sea trino
de canario, sea noche de estrellas,
sagrado aliento en mis
derrotas,
frescor
de arboleda contra hambres,
odios y guerras. Conversión
certera
ante el sufrimiento de mi tierra.
Sea, pues, mi oración palabra escondida
en la viuda, que, día y
noche,
ni en su soledad se rendía.
¡Dulce seguridad mía!
ni en su soledad se rendía.
¡Dulce seguridad mía!
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