A unas lágrimas en Bellecour.
El alba rompe en mil pedazos
la noche en paz.
La marea impide besar
las huellas de la brisa serena,
y la maleza
roba ilusión a los sueños.
Sentada en sus lágrimas,
su corazón esboza ánimo,
y sus manos aún
acurrucan el lácteo verdegal
de la esperanza.
Vuelve el día a su final rojizo,
y la barquilla demarra,
en soledad perenne,
el gozo de las mínimas olas.
Mientras...
ella, preñada de ausencia,
sufre los grilletes de lo inesperado,
indefinidamente.
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