Señor
Director de IDEAL: Hace días, leía en esta sección una carta de don Francisco
Morales, Magistrado jubilado del Tribunal Supremo, titulada “Más sobre
José María Castillo”. Al hilo de ello, le
ruego me permita unas breves reflexiones.
Le agradezco sinceramente su publicación.
En primer
lugar, quisiera pedirle al Sr. Magistrado, tan “indignado” él por “todos” los artículos de Castillo, que
entre en la tradición profética de Israel y descubra los signos que anunciaban
ya el “mundo nuevo”. O mejor, fije su corazón en la línea conductual de Jesús
de Nazaret, que, tras el Sermón de las Bienaventuranzas, dejó claro en Galilea
que no venía a destruir la ley (Mt.5,17-18). El Maestro fue la gran noticia de
paz, al tiempo que noticia de contradicción (Lc 2,34). Él no ha venido a traer falsa
tranquilidad. Su Evangelio no fue, ni es, un analgésico para ayudarnos a
conciliar el sueño de nuestro tejido de cristiano instalado. Él ha traído fuego
que quiere que arda en justicia (Lc. 12, 49-53). Tal vez por ello, nos escuece
tanto la palabra del Señor que predican los verdaderos profetas de hoy.
Si las
“apostillas urgentes” del Sr. Magistrado pretendieran hacer callar al padre
Castillo, a mi mente llegan las palabras de Jesús en Lc. 19, 39-40: “Os digo
que, si éstos callan, gritarán las piedras”. Y recordarle que no es leal
instalarse en la justicia de los escribas y fariseos (Mt. 5, 20). Si con la
urgencia de sus “apostillas” pretendiera el Sr. Magistrado cierta “confabulación”
contra el hermano Castillo (¡que recuerde esta otra cita de Mt. 12, 14!),
yo le invitaría a meditar las palabras de Jesús en Lc. 11,52: “¡Ay de vosotros,
juristas…”, y aquellas otras sobre los ciegos que guían a otros ciegos (Mt. 15,
12-14), o sobre las cargas que se ponen
sobre los hombros de los demás (Mt. 23, 2-7). O más todavía, el texto de Mt. 7,
1-5, donde Jesús tiene bien claro el planteamiento de enjuiciar a los demás.
Mientras escribía sus “apostillas”, ¿recordaría el
Sr. Magistrado las palabras del apóstol Pablo cuando se dirigía a los
filipenses, animándoles
a proclamar el evangelio sin temor a las envidias y discordias? (Flp. 1, 12-18). Y si le
produjo tanta “indignación” el artículo de Castillo sobre la homosexualidad
(IDEAL, 11-1-12), qué sentiría el ex Magistrado al leer la entrevista al papa Francisco, camino de
Brasil, que decía “¡Si alguien es gay y
busca al Señor, ¿quién soy yo para juzgarlo?”.
Si el obispo de Roma es un referente en la fe del “simple y modesto
católico practicante”, le recordaría las palabras, sin rodeos y a micrófono
abierto, en el corazón de las Jornadas Mundiales de la Juventud: “Quiero líos
en las diócesis, que la Iglesia salga a la calle, que nos desprendamos de todo
lo que sea mundanidad, comodidad, clericalismo y estar encerrado en nosotros
mismos…”
Finalmente, Sr. Director de IDEAL, termino deseándole
a José María Castillo, hombre de talante pastoral, teólogo entre los más
acreditados de la Iglesia, que persevere como digno servidor del Evangelio (Flp.
1,27) y siga hablando sin miedo,
como el Señor le pidió al apóstol Pablo en la visión de Corinto (Hch. 18, 9).
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