martes, 5 de noviembre de 2013

ELOGIO DEL SILENCIO


 

Tras Halloween, noviembre se asocia al silencio. La vida parece sonar al silencio de los queridos difuntos. Tras Halloween, encontramos espacios para el silencio que reclama gratitud y  admiración, mientras no llega de nuevo el bullicio navideño…
Mientras goce de silencio, él es mi componente habitual de vida, si quiero escuchar el trino de un pajarillo, la brisa que menea las ramas del bosque, o el Largo de Haendel.
Si lo ejercito, el silencio es comunicación del alma. Lenguaje para la alegría, la preocupación o el sufrimiento. Es palabra acogedora, consejero fiel, cercanía de Dios. El silencio es discernimiento entre los inmensos estímulos de mi esencia. Encuentro en profundidad con mi existencia humana. Verdad que da sentido a todas mis cosas. Es la púlpito desde donde Dios me llama.
El silencio no es la ausencia de sonido, sino la ausencia de ruido que recupera mi capacidad de atención. Y de amar.
Cuando hago silencio, calmo la tempestad de mis vanidades.  Mido la calidad de mi nobleza. Concentro mi vida en el pasado para perdonarlo. En el futuro, para proyectarlo. En el presente para vivirlo.  Cuando hago silencio,  hablo con mensaje de sabiduría. Y creo el arte del diálogo…

 

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