A Pepita,
compañera en mi esperanza.
Y cuando la enfermedad haga presa en mi cuerpo,
en mi alma,
y mis fuerzas mermadas penen la lucha cruel
contra la esperanza,
y cuando los amores me rodeen salpicados
de dignidad, en la pasarela de las lágrimas,
y unos labios amigos pronuncien su evangelio
de consuelo,
entonces, mi dolor insolvente tendrá precio.
Sí, entonces,
el final de mi vida será un silo de gozo
solemne,
y comprenderé, mi amor, que me llames poeta,
aunque en mi carrera no haya sido más que el verso
inconcluso de mis mares y de tus arenas.
Entonces, hundiré mi espera en el prometido
océano
de bonanzas compartidas, dulce esposa mía.
Y entenderé, cosido a mis arcanos suspiros,
que ser hombre es caminar despierto siendo joven,
y siendo viejo,
caminar y caminar, aunque sea dormido…
Entonces, y sólo entonces, ¡victoria!,
resplandecerá un bello atardecer,
en el ruin retrovisor de mi historia.
____________
No hay comentarios:
Publicar un comentario