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EL CÁLIZ
Mi cáliz lo beberéis… (Mt.20, 20-28)
Santiago de Zebedeo, hijo del trueno,
remendabas las redes en la orilla del mar de Galilea
cuando la mirada del Señor imantó tu corazón.
Y, dejándolo todo,
te hiciste romero tras sus huellas.
En la agonía de Getsemaní,
aprendiste del Maestro
a beber su cáliz
de entrega a la voluntad del Padre.
Junto al lago reconociste a Jesús resucitado
y en su orilla pascual venciste temores y hostilidades
hasta llegar a entregar tu cabeza
al filo de la espada de Herodes.
Intrépido y audaz
fuiste brazo fraterno en la sementera del nazareno
y columna esencial en el nacer de la Iglesia.
Santiago, seguidor del galileo,
Mírame en mis apatías, en mis desalientos,
Que yo quiero ser, como tú,
servidor indispensable de la Buena Noticia,
rompiendo barreras de cobardía y miedos.
Que en tu martirio y en la tumba vacía del Maestro
encuentre yo la bravura y el coraje
de salir de mis cautividades…
y andar los caminos de la fraternidad y del reino.
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