LA CANANEA
Entonces una mujer cananea...
(Mt. 16, 13-20)
Chocan, Señor, tus palabras anticananeas
y más crujiría mi corazón indignado,
si no fuera porque, al final, destapas el bosque
de tu magnanimidad,
vencido tú por la fe de la mujer pagana.
Jesús, tú aparentemente excluyente,
no eres el pan reservado a la élite religiosa
de tu Israel cristiano.
Tu acción salvadora es universal.
Y esto te lo ha enseñado la mujer de pueblo gentil.
Ella ha desmantelado a cuantos se creen
dueños de la casa de Dios,
desvelando los límites de su autosuficiencia espiritual.
En los Tiro y Sidón de hoy,
alejados de nuestras creencias, chocan
esas historias de los perros y de las pequeñas migajas.
Y nos desnudan de nuestros comportamientos,
como si fuéramos propietarios de tu verdad.
La cananea ha roto admirablemente
todos tus esquemas. Su fe extranjera
y su pobreza golpean tu corazón.
Y te dispones a aprender de ella
que las migajas de la mesa desnudan toda ley.
¿Cuándo aprenderemos que todos somos iguales,
que nadie es más que nadie,
a pesar de las fronteras que nos separan?
Señor, la mujer pagana me ha enseñado también a mi
que mi puerta ha de estar siempre abierta a todos,
por encima de los aledaños
de mi suficiencia religiosa
¡excluyente!
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