jueves, 22 de septiembre de 2011

Trigo y cizaña


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                         TRIGO Y CIZAÑA


 Dejadlos crecer juntos hasta la siega.
 (Mt. 13, 24-43)
    
Junto al lago, desde la barca,
tu nueva parábola, Señor,
nos revela ese misterio que encierras
como esencia de Dios.

En tu finca, no florecen
la intolerancia,
ni el fanatismo, ni la discordia,
ni mucho menos la impaciencia.
Tú eres el Dios-sin-prisas en el correr del tiempo.

Mientras el trigo proclama su bondad,
la cizaña, en boca de corazones vacíos,
concita toda complicidad con el mal.
Y... ¡ hay que cortarla de inmediato!,
según los expertos del campo.

¿Quién es el trigo para juzgar la malicia de la cizaña,
cuando tú, Señor de las mieses,
has derogado urgencias  hasta la llegada de la siega?

Apuestas, sí,  por el trigo bueno;
pero tu medida es la del perdón y la gracia,
en clave desconcertante de paciencia,
de esperanza.

¡Cómo un trigo totalmente bueno
puede condenar absolutamente la cizaña,
si la misma cizaña en tus manos
ennoblece el mismo trigal!

¡Cuántas veces –ay- te hemos hecho
un Dios a nuestra medida,
para justificar las prisas de escardar la cizaña,
mucho antes de que granen las espigas!

Haznos, Señor, comprender,
desde tu barca, junto al lago de tus milagros,
que en tu campo
            ¡todos somos trigo y cizaña!

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