A Pepe y Angustias, mis hermanos
Nací en el amor a la vida, destino eterno,
en la espesura de un hermoso magnolio. Yo soy
una hoja más de su rumoroso verdor tierno.
Hago equilibrio sobre el trapecio de las brisas,
me desnudo en mis propios sentimientos, orlado
de dudas en medio de magnolias perfumadas,
albas. Y soy lamento en afonía de versos
con métrica heterodoxa, con rimas sumisas.
Mis poemas son regatos de cuna enjaretada
en mi vejez fresca y soñadora, pasional
e ingenua. Y solamente existo en el trovador
de trincheras que huye de las volutas
de incienso prendidas al alma evangelizada.
Provinciano en estado de lucidez, me siento
liturgo de amores, creyente envuelto en tormentas,
censor de lo mohíno, a pesar de mis alforjas
llenas de naderías a flor de tierra y viento.
Me ilusiona cantar la esencia de mi paisaje
y muero por incriminar el fraude ecológico
en el mutis del planeta y muero por matar
la usura de mucha cartera vil y salvaje.
Me rebelo contra el silencio que se hace eterno.
Y glorifico el grito que rescata a los niños
de su hambre y libera al anciano de su abandono
y al marica de su armario y a la prostituta
de su calle y clava al traficante en el averno.
Ejercito lealtades, reniego de la fe
sin lucha y creo en la lógica y el buen humor.
¿Soy un iluso? Tal vez, una hoja del magnolio
que ramea rumoroso en su tierno verdor.
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